Secciones
Servicios
Destacamos
Hablamos mucho de conciliarnos, pero no tanto de reconciliarnos. Y eso seguramente tenga que ver con que pensamos a menudo en mantener lo presente y no en recuperar lo pasado. Lo perdido, lo olvidado, lo abandonado. Porque las fechas de caducidad cada vez son más ... próximas. Estamos más dispuestos a estrenar que a remendar. Esto tiene mucho que ver con el consumismo desaforado con el que comulgamos, con lo obsolescente que resulta cualquier objeto en pocos años, con que no nos planteamos arreglar nada y lo sustituimos sin pestañear en cuanto falla por primera vez.
La palabra conciliación acaparó, tristemente, titulares cuando tuvieron que venir de fuera a recordarnos que debemos pasar tiempo suficiente con nuestras familias, con los que nos rodean, porque los estábamos dejando de lado sin conceder demasiada importancia al asunto. Incluso se remitió el problema al Congreso de los Diputados para que se llevase a cabo una solución por imperativo legal, puesto que de otro modo resultaba complicado.
Desde entonces nos animan a conciliarlo todo, aunque luego no nos ofrezcan herramientas suficientes para que esto llegue a buen término. Porque de la teoría a la práctica también hay un largo trecho. Conciliamos poco y regular.
De la reconciliación apenas se habla, la expresión está menos manida y explorada. Dedicamos poco tiempo a meditar sobre lo que hemos de retomar o recuperar, sobre esas rutinas o prácticas que nos hacían felices pero a las que renunciamos por exceso de cargas. Apenas nos esforzamos tampoco en buscar la manera de restablecer el contacto con seres olvidados que alguna vez formaron parte de nuestras vidas. Lo pasado pasado está y ahí lo dejamos.
¿Merece una segunda oportunidad cualquier persona? No, tampoco es eso, pero no deberíamos descartar volver a traer a nuestro día a día a figuras pretéritas, con las que dejamos de hablar por malos entendidos, con las que nos distanciamos por razones variopintas. Estamos poco educados en la reconciliación y eso nos obliga a empezar de cero con frecuencia.
No deja de ser curioso que diese vueltas a esto mientras leía que Aznar se ha ofrecido como mediador para que Casado y Ayuso reconduzcan su relación. Nunca hubiese imaginado que el expresidente -poco dado a la cordialidad- me inspirase para abordar este tema, pero se ha puesto a tiro, erigiéndose en puente entre la mandamás de Madrid y el aspirante a entrar algún día en la Moncloa.
Así es como me he parado a reflexionar en lo importante que es rodearnos de gente que ayude a conciliar y reconciliar, que junte y no separe, que anime a buscar cosas en común y no propicie enfrentamientos. Aunque sean como Aznar, aunque a saber qué intereses le mueven.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.