Secciones
Servicios
Destacamos
Mañana es Día de Difuntos. Un día para recordar a los que nos han dejado durante la pandemia y para agradecer tanta humanidad y cariño ... en tiempo de guerra. Volvemos a la vida de «antes de»: antes de la Covid, del confinamiento, de las mascarillas. El turismo se anima y nosotros también. Regresan los viejos hábitos, las reuniones alegres cada vez más relajadas: adiós a la mascarilla entre bocado y bocado. Por volver, hasta regresan los mega-festivales a la Comunitat. La tentación es fuerte. La tentación de olvidar cuánto hemos sufrido, de recuperar aquella vida que se fue. La vida de antes de los días de plomo. La vida cuando ellos estaban aquí.
La pandemia ha dejado un sinfín de historias olvidadas antes de contarse. Las historias de la «nueva normalidad»; un gran éxito orwelliano, porque nunca fue algo tan poco normal: un abuelo aislado, que espera en la distancia, impotente, un parto difícil, con las vidas de su hija y su nieto en juego; el último adiós de Pepe junto al enfermero extenuado, que ha sido demasiadas veces, en las últimas horas, hijo, sobrina, esposa o nieto; la hija que vela a una mujer valiente y sabe que, cuando descienda el nivel de oxígeno, no podrá recibir un abrazo. O las esperanzas truncadas de tantos valencianos, con el diagnóstico apenas digerido, que vieron suspendidas sus operaciones, su vida. Nada como compartir tu historia con alguien que ha sufrido, como tú, las peores horas de su vida. Y cómo no querer olvidar, renacer. Los hay que no tienen memoria. No se han enterado, ríen igual que ayer. Los insolidarios, los negacionistas, los que se han saltado todas las normas y hasta la vacunación; los que se han apuntado a todos los botellones, desesperándonos a todos con su irresponsabilidad primero; con el incivismo, después, a los vecinos, a la policía y, finalmente, al alcalde, empeñado en hacer oídos sordos durante semanas.
Algo le pasa a Ribó. Sueña que es rey, como diría Calderón, pero no gobierna; ni gobierna ni dispone. Mientras duerme, el alcalde de Valencia cuenta ovejas o bicicletas. Nada le turba. No reacciona pese al grito unánime y desesperado de los barrios, que se sienten abandonados. Y no es cosa de la oposición: son los botellones, el tráfico, la suciedad, la droga en la Malvarrosa. Creo sinceramente que Ribó no lee la prensa para no enterarse de cómo está la ciudad. Y no se sabe qué es peor, visto el caos y el feísmo que provocan los concejales cuando está despierto. Pero ese es otro tema. Mañana es un día para el recuerdo. Pese la caterva de almas insolidarias que pueblan la Comunitat, hay memoria y hay esperanza.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.