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Recuerdo, luego existo

Marinero en tierra ·

AGUSTÍN DOMINGO MORATALLA

Domingo, 26 de enero 2020, 07:44

El mismo día y con apenas unas horas de diferencia, Felipe VI y María San Gil recordaban dos hechos que vertebran nuestra 'real' memoria histórica. A diferencia de quienes la utilizan para promover el resentimiento, el odio cívico y la instrumentalización fratricida de la vida cotidiana, estos personajes nos sitúan en la senda de una concordia que podría construirse desde una relación justa con la historia. En Jerusalén, Felipe VI tomó la palabra en el V Foro Mundial sobre el Holocausto para conmemorar el 75º aniversario del cierre de Auschwitz. En San Sebastián, María San Gil y Ana Iribar, la esposa de Gregorio Ordoñez, inauguraban la exposición sobre la figura del candidato del PP a la alcaldía asesinado por ETA hace 25 años... ¡y todo parece que fue ayer!

Felipe VI mostró su compromiso con la memoria y las causas justas como una obligación moral de la ciudadanía. Además de recordar, estamos obligados a estar despiertos y vigilar. No podemos olvidar a los millones de vidas inocentes desaparecidas abruptamente por el odio ciego, perverso e ignorante. Un odio que surge de una falsa superioridad de quienes se creen con derecho a discriminar cívicamente a otros, callan ante la intolerancia, promueven el extremismo político u odio racial. Sería un peligro olvidar la Shoa porque deshonraríamos la memoria y cederíamos ante una barbarie que puede crecer cuando menos se la espera «inclusive en medio de la tecnología avanzada y de la cultura».

Al recordar (traer al corazón, re-cordis) expresamos públicamente respeto y mostramos nuestro compromiso para luchar contra la intolerancia ignorante y el odio, que hoy puede extenderse digitalmente a velocidades asombrosas y la falta de empatía humana. El Rey afirmó que prevenir esa enfermedad es una obligación también individual: «no puede haber lugar para la indiferencia ante la presencia del racismo, la xenofobia, el discurso del odio y el antisemitismo». Esta reivindicación del compromiso y de la no indiferencia ante la barbarie está cuando recordamos al candidato Gregorio Ordoñez.

Es una vergüenza cultural que en los libros de texto no haya unas líneas para este candidato y muchos otros ciudadanos que simplemente defendían el respeto a la ley y la democracia. Eran ciudadanos que fueron asesinados de manera cobarde y miserable cuando almorzaban con sus compañeros, salían de clase como el profesor Broseta o trabajaban. Por la única razón de que sus asesinos querían socializar el sufrimiento, promover el miedo y rentabilizar la indiferencia. Aunque ETA no mate, ha dejado el terreno político minado y contaminado. No sólo con EH Bildu, sino con todos aquellos que intentan blanquear el terrorismo, justificar lo injustificable y promover un indoloro relato bienpensante, indecente y amnésico. No nos resignamos ante este relato injusto. Por eso recordamos, para existir.

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