Referentes y líderes

Me encanta la definición «líder del mundo libre» para referirse al presidente de Estados Unidos, cuando se trata de un país esposado a la Asociación Nacional del Rifle, a la industria militar y al grupo de presión energético, entre muchos otros. Es de todo menos libre. Y llamar líder a Donald Trump es chirigotesco. Pero es que ahora cualquiera que tome un cargo de cierta importancia se convierte en un adalid. Sobre todo ocurre en política. Muchos, con su visión y energía, aglutinan a un grupo de gente en torno a un proyecto común. Pero de ahí a llamarlos referentes va un mundo. Estos ejemplarizan con su conducta una serie de valores e influyen en los demás. El discurrir moral de la sociedad depende de la altura, honradez y generosidad de personas individuales. Y si ostentan cargos representativos, más. Pedro Sánchez, en su escasa morada en La Moncloa, se ha convertido en un artista del 'flip-flopping' o, como se dice en castizo, «donde dije digo, digo Diego». Afeó a Rajoy las devoluciones en caliente que se practican con él en el Gobierno o vociferó, cuando lideraba la oposición, que si algún responsable político creara una sociedad para pagar la mitad de los impuestos que le toca abonar, «esa persona al día siguiente estaría fuera». Y así ha ocurrido con Pedro Duque y todavía sigue en el Ejecutivo. Hay muchas más, como también en la mochila de Rajoy o de Pablo Iglesias. La validez de la palabra en la política ha quedado reducido al valor de un tuit. Porque ninguno es referente de nada. Sí los encuentras en otros sectores. Uno es Juan Mata. Impulsó el proyecto Common Goal para que los futbolistas donaran al menos el 1% de su sueldo para causas benéficas. O Santi Cazorla cuando recordó en Vallecas a un fallecido de 14 años mientras se negaba el minuto de silencio. Referentes.