A muchos les molesta que haya cultivos de regadío, que se utilice agua para producir sus alimentos. Es un fenómeno extraño que además se da ... con inusual intensidad en la Comunitat Valenciana, donde se lanzan continuamente informes, estudios y opiniones en contra del regadío, adornadas encima con equívocos o falsedades para tachar de inapropiado el consumo de agua, la supuesta contaminación generada o el imaginado incremento de la superficie en riego, cuando ocurre justo lo contrario: no para de descender. Es además una tendencia que se da con particular incidencia aquí y en contra de lo de aquí. Técnicos, profesores y expertos defienden sus proclamas contra el regadío valenciano, nunca contra el aumento continuado del regadío en otras regiones. Y es sobresaliente tal actitud, porque no se conoce que, de igual manera, en las demás autonomías se prodigue similar pauta. Muy al contrario, allá defienden a ultranza lo suyo al tiempo que arremeten contra los intereses de aquí, nunca contra su vecindario, y son capaces de pintar sus argumentos a favor con los tonos más positivos; los puntos negativos siempre se lanzan contra el territorio valenciano, donde se soportan los ataques de fuera y los internos.
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Fernando T. Maestre Gil, investigador de la Universidad de Alicante y Premio Jaume I de Medio Ambiente en 2020, ha dicho que se debe limitar la superficie agrícola en regadío en la Comunitat Valenciana porque, según él, «no para de crecer», lo que ve «un imposible», por lo que aconseja «acoplar nuestra agricultura a los recursos que tenemos».
Sin embargo, a poco que se miren con rigor los datos oficiales se ve que el regadío valenciano, lejos de aumentar, no para de disminuir. En 2010 teníamos 304.624 hectáreas en regadío, que descendieron hasta 291.872 en 2020, según el Ministerio de Agricultura. En el mismo periodo, el regadío aumentó en toda España de 3,40 a 3,83 millones de hectáreas. Creció en todas las autonomías menos la valenciana, y en Castilla-La Mancha, con la que compartimos ríos, embalses y disputas por el agua, pasó de 478.713 a 572.279 hectáreas.
¿Quién tendrá, pues, que limitarse? ¿Por qué esa manía contra el regadío que nos da de comer? ¿Por qué ese continuado afán autodestructivo?
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