Lo habitual era que ante el mostrador del registro de entrada municipal no hubiera más de una o dos personas, o a menudo ninguna, de modo que quien llegaba era atendido de inmediato o, a lo sumo, tenía que aguardar dos o tres minutos para que le recogieran los 'papeles' y se fuera con las copias selladas. Pero eso era antes de la pandemia, cuando aún no se había expandido el coronavirus ni, en consecuencia, se habían implantado las correspondientes medidas de prevención, tan estrictas, tan restrictivas, que alargan lo indecible cualquier trámite administrativo.
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En la actualidad, al obligado registro de entrada municipal no puede acercarse nadie porque sí, como hacía antes, para resolver pronto cualquier gestión o solicitud, sino que ha de solicitar cita previa, y la tiene que pedir por teléfono, cuando llegue la suerte de que lo coja alguien; o vía internet, si se aclara, si no se ha 'caído' el sistema. Entonces, cuando le sonría por fin la fortuna de verse previamente atendido, es muy fácil que le den fecha para dentro de tres semanas, o más de un mes. Dos minutos de sencillo trámite diferido a varias semanas vista. ¿Qué ha ocurrido?
La gente lo sufre en silencio, con extrema paciencia y la debida resignación. Todo el mundo asume que estamos en una situación extraordinaria, de la que se derivan disposiciones que no eran comunes, y por tanto prima el convencimiento de que hay que amoldarse al momento, porque la salud es lo primero, la prevención ha de imperar a rajatabla, hay que ser muy cuidadosos para evitar contagios... Conviene que impere la calma, claro, porque esto pasará. Lo que no se sabe es si pasará con todo el avío de aspectos prescindibles o algunas cosas se quedarán para siempre. Como todo esto de las citas previas; que hay instancias en las que hay pedir cita previa hasta para conseguir cita previa de algo.
La ciudadanía lo lleva como puede; desde luego impera la calma, porque es lo mandado y lo que conviene; a ver si un día u otro escampa. Pero entre tanto se comentan estas cosas. La gente conversa, procura informarse, intercambiar pareceres; se contrastan extrañezas, se sopesan sorpresas... Un comentario muy común es el de los retrasos para cualquier trámite, porque un día u otro lo sufre todo el mundo. La carga burocrática crece sin parar, la bola se va haciendo enorme, el colapso anida entre nosotros y se puede hacer crónico. Las autoridades lo saben, pero no se ponen manos a la obra. Llama la atención que en un registro de entrada de una población cualquiera den citas a un mes vista. Si meses atrás bastaban dos minutos. ¿Qué ha pasado? ¿Acaso acuden allí de toda la provincia?
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