Con un escenario espectacular y bien organizada (hermoso castillo inicial de fuegos artificiales, una vistosa alfombra roja y mejor ritmo que otras veces), la 36ª gala de los Goya, celebrada en el Palau de les Arts Reina Sofía, tuvo una novedad especial: las habituales reivindicaciones ... políticas dejaron paso esta vez a la inquietud por el futuro de las salas de exhibición comercial. ¡Los cines están en grave peligro! Las plataformas de streaming han cambiado de forma radical los pilares de la profesión. Nos estamos asomando a otro mundo.
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Días antes de la gala de los Goya en el Palau de les Arts me sumé en privado a la fiesta del cine español. El jueves 10 volví a ver la película más desconcertante de Berlanga y la única que le valió un premio Goya por su labor como director ('Todos a la cárcel', 1993: desastroso guion y una prodigiosa realización con largos planos secuencias y un fascinante coro actoral). El viernes 11 quedé a comer con mi hermana Julia y con el sólido cinéfilo Pepe Catalán. Restaurante elegido, el Goya. El nombre era para nosotros un poderoso imán.
Antes de la comida dimos un paseo por el barrio. En la terraza de Casa Roberto (Maestro Gozalbo), vimos una llamativa cartela: 'La boutique del arroz'. El galicismo 'boutique' trae a mi memoria 'La boutique' (1967, rodada en Argentina), según Berlanga el mejor guion de su carrera -coescrito con Azcona- y la peor de sus películas. Continuamos con el paseo. Un horno de la calle Maestro José Serrano exhibe el lema 'La boutique del pan'. En un banco vemos a una joven 'pareja feliz' que se mete mano. Pienso: ¡Vivan los novios! De haber prolongado nuestro recorrido por Ruzafa quizá hubiésemos encontrado una tienda que vende muñecas hinchables de tamaño natural.
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He apuntado antes que en esta edición los premiados no se enrollaron tanto con sus agradecimientos como en anteriores ocasiones. Pero hubo enojosas excepciones. Diré también que me quedé con ganas de 'más Berlanga'. Se exhibieron secuencias de 'La vaquilla' y 'Calabuch' (precisamente la de los fuegos artificiales) y hubo sentidos recordatorios, especialmente de Carmen Machi y Antonio Banderas. Aunque ya digo, me supieron a poco.
De esta gala de los Goya me quedo con media docena de momentos: el glamour hollywoodiense de Cate Blanchett; las extrañas y divertidas volteretas que dio Guillermo Montesinos en el escenario; la desdeñosa e inane actuación del cantante C. Tangana; la hermosa canción de Sabina, con una letra bastante más trabajada que la de 'SloMo', la canción que representará a España en Eurovisión 2022; el hecho de que 'Madres paralelas', de Pedro Almodóvar, sentado en primera fila, no se llevase ningún premio, ni siquiera de consolación...
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... Y por último, el grito jubiloso de Ángela Molina con el que finalizó la gala a las 01.20 horas: «¡Viva Valencia!». Gracias, Ángela.
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