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A los que reivindiquen el 8-M en el futuro

COMO UN AVIADOR ·

Mikel Labastida

Valencia

Lunes, 8 de marzo 2021, 07:44

Ahora que soy padre a menudo me preguntan que qué quiero que mi hijo sea de mayor. Y yo suelo contestar con un simple «feliz», sabiendo que suena algo naíf y que además lo que pido es precisamente lo más complicado, porque nos pasamos media vida esquivando la felicidad y la otra media cuestionándonos por qué lo hicimos. Pero de eso, supongo, ya se enterará más adelante.

En realidad espero más cosas, claro, pero ninguna con demasiado entusiasmo. Prefiero dejarme sorprender por las decisiones que tome él e invertir el tiempo en algo que sirva para lograr sus sueños más que los míos, aunque los suyos ahora no vayan más allá de cagar tres o cuatro veces al día y de comer cuando le apetece.

Sí que me he planteado lo que no quiero que sea, en lo que me esforzaré para evitar que caiga. Lo pensaba la otra noche cuando escuchaba a un grupo de hombres, que no sabían que tenían un micrófono abierto cerca, hablar en un tono zafio y despectivo de las invitadas que acudían a la gala de los Goya. Aquello iba más allá de un comentario casual desafortunado -que a todos nos podrían haber grabado y del que nos deberíamos avergonzar-, escondía una mirada vejatoria y denigrante hacia lo que significa ser mujer.

A esa generación del futuro le pediré que nunca impida que las mujeres hagan lo que les venga en gana

Pensaba en esto también al ver el documental en Netflix sobre Nevenka, la concejal del PP en Ponferrada, tristemente célebre a principio de siglo por haber denunciado al alcalde de la localidad por acoso, en tiempos en que nadie se atrevía a algo así y en que nadie apoyaba a quien lo hacía. Recordaba la historia en los Telediarios, los artículos periodísticos que se escribieron sobre ella, el libro de Millás. Y lo mucho que me impresionó que los padres de la víctima tardaran tanto en ponerse de su lado, no porque no la creyesen sino porque estaban convencidos de que el mundo no podía ser de otra manera. La serie demuestra que este país ha avanzado un montón en dos décadas, pero advierte de lo que sucede cuando se ponen en duda algunas reivindicaciones.

Y lo he pensado en los últimos días al observar cómo algunas personas y formaciones políticas se empeñaban en que no se celebrase ninguna manifestación a propósito del día de la Mujer, de este 8-M por el que algunos se sienten tan intimidados.

Y en ese grupo, en el de los que agreden porque tienen más fuerza o poder, o en el de los que sienten como una amenaza que todo el mundo cuente con idénticos derechos y oportunidades, espero no ver a mi hijo. Ni a muchos otros de su generación, los que van a habitar en ese futuro que se avecina incierto pero que estamos a tiempo de cambiarlo.

A él le recordaré que es lo que es gracias al esfuerzo de una mujer -todos lo somos- y que lo mínimo que puede hacer es no dañarlas o callarlas. Esté de acuerdo o no con lo que digan. Y le pediré, sobre todo, que nunca intente impedir que ellas hagan lo que les venga en gana.

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