Era imposible que yo perdiese ni un céntimo invirtiendo en criptomonedas. Y no porque sea más astuto ni visionario que nadie sino porque nunca he tenido el menor interés por saber qué era un bitcoin ni nada parecido. No he hecho esfuerzo alguno por entender ... la dinámica de estas divisas, ni qué entidades hay tras ellas o en qué clase de negocios se pueden usar. Me da igual, me causa indiferencia absoluta.
Publicidad
Reivindico mi derecho a no aprender nada sobre determinadas cuestiones, a renunciar a saber de todo, a abstenerme de algunas charlas en las que no puedo aportar, a que me resbalen las monedas digitales.
Sigue moviéndome la curiosidad, me motiva conocer mundos lejanos al mío. Claro, no estoy muerto. Pero eso no me obliga a acercarme a cualquier campo, a ser experto en lo que me propongan, a opinar de todas las noticias que se publican y provocan discusión. De ese tren me bajo y cada vez estoy más convencido de haber tomado la decisión adecuada.
Hace unos días un compañero del departamento de tecnología me preguntó si quería -era opcional, no siempre pasa esto en las empresas- tener acceso a una herramienta de gestión de recursos gráficos. Eso exigía que me formara para sacarle el mayor rédito posible. Le dije que no. Y me sentí liberado. Como si hubiese ganado una pequeña batalla. Una porquería de batalla que en realidad libro contra mí mismo. La guerra la ganaré a medida en vaya siendo capaz de negarme a un mayor número de cosas que no me sumen o con las que no encuentre vinculación clara.
Publicidad
Posiblemente eso me pasó cuando se hablaba a diestro y siniestro de las criptomonedas, cuando parecía que iban a venir a cambiar nuestra economía. Y, sin embargo, ahora están motivando quebraderos de cabeza a no pocas personas. Todo va demasiado rápido y es imposible no renunciar a participar en algunas carreras. Y repito, no es que yo fuese más listo que nadie, sino que consideré que no desempeñaría buen papel adentrándome en ese territorio financiero, que no conseguiría óptimos resultados, que me aburriría si me ponía a leer sobre el tema. Y puestos a perder el tiempo -algo que también reivindico a menudo- que sea sin aburrirme.
Que no cunda el pánico, que yo voy a continuar prestando atención a universos nuevos, a debates desconocidos, a marcianadas que salgan de mentes marginales. A lo que me dé la gana. No a lo que la sociedad me imponga, a lo que la maldita conversación social dicte. De eso paso, que no cuenten conmigo.
Publicidad
Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.