El rescate de la entrenadora Andrea Fuentes a la nadadora de sincronizada Anita Álvarez ha dado la vuelta al mundo. Felizmente quedó un susto, que es lo importante y permite cosas como este artículo: buscar alguna lección educativa a lo sucedido.
La enlazo con otro apunte visto en otra red social, no recuerdo el autor, que señala la estupidez de esta norma que deja la decisión de que los socorristas puedan echarse al agua al juez, es decir, que la acción recae en el «jefe» y no en los especialistas. Ay, cuántas veces los docentes rechazan esta línea de mando en la educación, con políticos que modifican las leyes sin escuchar a los que están en el aula.
«Lo que hay que enseñar es criterio, no obediencia» y estoy de acuerdo, sin interpretar que esta afirmación signifique que educar es alentar a saltarse las normas. Lo cierto es que si la aspiración no es tener adultos obedientes, ésta no es el objetivo de la educación, por mucho que haya teorías conspiranóicas que defienden que hay una voluntad política para lograrlo.
Lo que demostró la entrenadora española al tirarse al agua fue conocimiento y criterio. Conocimiento de lo que estaba pasado, y criterio para tomar una decisión. Es lo que quisiéramos que transmitiera la escuela. Contenidos, aplicación práctica de éstos y criterio. Son las herramientas que la escuela dota a los alumnos para convertirlos en personas autónomas, que es uno de sus grandes objetivos. Y lo hizo para salvar a Anita Álvarez, lo que la acción también tuvo un carácter ético, otro de las grandes aspiraciones de la educación. De ahí lo de justificar saltarse una norma ante la inacción de los socorristas.
¿Hasta qué punto la reforma educativa propicia esto? Los nuevos currículos acortan los conocimientos y concretan los valores, por lo que ahora los hechos son ambiguos y son las opiniones las que se encierran en fórmulas. Se interpretan los contenidos «con perspectiva de»... añadan la idea del momento- y se tamizan sobre qué opinar y cómo. Se dice que se educa para una ciudadanía crítica, como si fuera lo mismo que educar a una persona con criterio.
Para tener criterio hay que tener conocimientos, y por eso la discusión entre contenidos y competencias es estéril, porque no se puede ser competente sin una base de saber. Como no se puede ser crítico sin estos conocimientos. Bueno, sí, sí se puede ser crítico aunque no se tenga ni idea. Lo vemos cada día en muchos contextos, o siguiendo un rato alguna red social. Es muy posible decir tonterias de continuo y todas críticas con algo. No aspiramos a que ese sea el objetivo de la educación.
La ley insiste en formar a ciudadanos críticos aunque introduce dogmas laicos sobre los que no cabe crítica ni distintas concreciones, que es de lo que se trata en democracia. Es esa visión de la escuela como transformadora de la sociedad y no de las personas, que sería más oportuno. De dotarlas de criterios y base para sustentarlos, y sean los individuos los que cambien la sociedad. En cambio, el signo de nuestros tiempos es la consecuencia del arrinconamiento del saber: la emoción sustituye al criterio y el bienestar a la ética.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.