Un grupo de ancianos se dispone a vivir sus últimos años en una apacible residencia de Florida con poca animación más allá de algunos paseos en los que disfrutar del sol y, de paso, curiosear los casoplones de la zona. Precisamente en una de esas ociosas jornadas, tres de ellos se acercan más de la cuenta a un chalet y, al descubrir las puertas abiertas de la piscina climatizada, se pegan una bañito.

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La casa parece mantenida hasta que los dueños vengan en vacaciones, así que hacen del chapuzó una costumbre. Todo va bien... pero en una de aquellas incursiones descubren que hay una extraña roca sumergida. Como, al fin y al cabo, una piedra es una piedra, deciden tener más cuidado por si el dueño les descubre, mientras se dan largos, echan carreras de vuelta a la residencia, organizan bailes con los amigos... Al principio no entienden a qué se debe este retorno del vigor. Está claro que el deporte es bueno, pero las circunstancias les hacen atar cabos y terminan por descubrir a los propietarios del lugar.

Seguro que a los más veteranos les suena la historia y, si no recuerdan cómo acaba esta peculiar pieza de ciencia ficción geriátrica, no está mal volver a verla. Se trata de 'Cocoon' (1985), que ganó el Oscar a mejor actor de reparto para Don Ameche, uno de los actores más mayores que han obtenido el galardón. Curiosamente, el protagonista, Wilford Brimley, puede que no quiera perder la oportunidad de batir ese récord, porque sigue vivo, grueso y en activo como intérprete con 85 años.

Si Benidorm es la Florida española, bien podría ser este plantel de revigorizados pensionistas los protagonistas involuntarios del pulso que los hoteleros, las agencias de viajes y el Imserso están teniendo por los programas sociales, más conocidas como 'los viajes del Imserso. Unos quienes cobrar más y los otros, pagar menos; jugando con las expectativas de mucho beneficiario, sin respetar sus canas.

Según a quién se escuche se entienden unas razones. Los empresarios lamentan que se hace cargar sobre ellos costes que debería abonar el Estado, como si se tanteara el límite de resistencia del sector para merecerle permanecer abierto o cerrar en la temporada baja.

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Por otra parte, el Imserso asegura que las precios (22 euros al día con alojamiento y pensión completa) buscan ofrecer el servicio a personas que no podrían pagar más. No cuentan que el presupuesto bajó en 2018 y que la esperanza de vida hace mayor el número de candidatos. Hay que dar más con menos.

Ésta es sólo una derivada de un problema mayor: ¿cómo pagamos a los jubilados si no hay suficiente empleo para llenar la saca de la que se tienen que salir las prestaciones? Estamos contagiando que sobre mes al final del sueldo a que sobre vida cuando se acaben las pensiones.

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