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De paseo, me tropiezo con una lápida en las Alamedas de Serranos, a la altura de Blanquerías. Inaugurada por Rita Barberá en octubre de 2007, recuerda el 50º aniversario de la riada; y exhibe un mensaje elemental: «A la capacitat del poble valencià per a superar catàstrofes i adversitats».

Riadas, revoluciones, bombardeos, asedios, guerras y... ahora pandemia. Las ciudades pasan por todo, se rehacen en un prodigio de lo que los cursis llaman resiliencia, o sea el coraje y el aguante de toda la vida. Unos valores que se están poniendo a prueba después de tres largos meses de espanto, aperitivo de una dura crisis.

Recuerdo ahora una fecha aterradora: el 26 de marzo. La curva que había que doblegar era todavía una flecha que subía con más de ochocientas víctimas diarias. Encerrados en casa, sabíamos que un cuerpo de sanitarios heroicos estaba dando la batalla de las UCis y los respiradores, y que la enfermedad se cebaba en las residencias de ancianos. Se palpaba el caos y crecía ese sentimiento de abandono que preludia al temor. Sin embargo, en lo más hondo del descontrol de todas las administraciones, los reyes Felipe y Letizia, ese día, hablaron por videoconferencia con Juan Roig, el propietario de Mercadona. Y fue como un bálsamo, al menos para mí. Porque noté que alguien, nada menos que el Jefe del Estado, más allá del frente de los hospitales, se estaba ocupando de las tribulaciones de millones de personas. De todo el pueblo español.

Repasemos fechas: ir al supermercado era una de las pocas cosas que se podía intentar. Y al hilo de aquellos apuros recuerdo con claridad una frase del empresario valenciano, nacida entre el dolor y el humor: «No va a faltar de nada. Hay papel para todos». Roig, esta semana, es protagonista del mejor símbolo de superación y recuperación que tiene la ciudad. Mientras tanto, Benidorm y Valencia, hoy, se disponen a recibir la visita de los reyes Letizia y Felipe. Durante noventa días no han dejado de hablar con docenas y docenas de responsables de la sociedad española, por videoconferencia y en directo. Y han ido a lugares donde las autoridades del Gobierno no han querido ni asomar la nariz enmascarada. El Jefe del Estado, ahora, en cuanto se ha podido, ha iniciado un recorrido regional destinado a inyectar ánimos a todos, pulsar los resortes de la economía y levantar la moral nacional. Como en las historias más trágicas de la literatura, este Rey, no lo dudemos, lleva en su alma problemas y dolores familiares muy graves. Pero está en lo que tiene que estar: cumpliendo con su deber de representante de la Corona: al lado de un pueblo que ha sufrido y ahora tiene que resurgir.

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