Me han robado la columna de hoy
UNA PICA EN FLANDES ·
Secciones
Servicios
Destacamos
UNA PICA EN FLANDES ·
Escribo en mi teléfono móvil, tecleando con dificultad. Si me canso continuaré en una servilleta de papel. Me acaban de robar el ordenador y la tableta. Para entregar esta columna a tiempo me siento en un bar, pongo ojos de chino con intención de distinguir las letras en la pequeña pantalla y utilizo una aplicación de mensajes donde redactar algo que valga como columna. Volver a redactar, más bien, pero con otro tema, porque la columna de esta semana estaba recién terminada en las tripas del ordenador sustraído. Se me empañan las gafas por la mascarilla, esa será una dificultad añadida.
No había nada de valor en la mochila, de valor comercial, digo; el portátil llevaba años conmigo y la tableta..., bueno, es tan vieja que ya la habían robado antes. Lo malo son los recuerdos personales y los textos. Ahí guardaba todas las columnas de Las Provincias desde que empecé hace casi una década, las galeradas de 'Ellas' y de algún otro libro y, lo más grave, la nueva novela que debo entregar en septiembre casi acabada. Los recuerdos son intangibles a los que dos ladrones, dos porque las cámaras de seguridad les han tomado la matrícula, no pueden sacar provecho. Retratos de mis padres de jóvenes, de mis hijos de pequeños, primeros planos de mi mujer, de las personas que amo..., ¿qué falta les hacen? Los borrarán, como también borrarán mi nueva novela, y tras practicarle una lobotomía querrán colocar el portátil tonto en alguna red de reventa. ¿Cuánto sacarán? Poco. ¿Cuánto me han quitado? Todo.
La columna secuestrada iba de que en las colas de vacunación por edades se están reencontrado muchos antiguos compañeros de curso. Y de que las autoridades sanitarias no son conscientes de cuántos volcanes dormidos han despertado. Al reunirnos por quintas para pincharnos, es fácil cruzarse con la exnovia de la adolescencia, con la asignatura pendiente de COU o con el amor platónico recién divorciado, y después ocurre lo que tiene que ocurrir. El fuego viejo quema menos, pero arde más. Un torrente de pasiones resucitadas recorre las filas de cuarentones y cincuentones que aguardan vacuna. La Ciudad de las Ciencias es el nuevo Woody o Distrito 10. Terminaba con que la peste nos ha metido en un tiempo novelesco, y lo que me ocurrió luego es de novela picaresca. Esa columna trincada ya sólo tendrá dos lectores, mis ladrones, a los que Dios convierta en ratas, o mejor, en garrapatas de ratas, pero no importa porque acabo de demostrarme que, aunque sea en una servilleta de papel de bar, nadie puede evitar que envíe mi columna a tiempo. La vida sigue.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.