Urgente Los jueces de violencia de Valencia auguran un colapso al tener que asumir las causas de agresiones sexuales

Cuando uno se rompe por dentro se siente muy solo, por más que esté rodeado de gente, de gente que le pregunta a menudo qué le pasa y a la que no se le sabe responder. Porque no es fácil explicar lo que a uno ... le sucede cuando se rompe por dentro. Y además teme que se le juzgue o ser objeto de burlas. Y eso hace que la rotura duela todavía más.

Publicidad

Una fractura de este tipo no causa brechas, no sangra, no tiene por qué provocar fiebre o tos, aunque lo normal es que el cuerpo dé señales, avise, pero nos empeñamos en no escucharle o en achacar lo que nos dice a cualquier otro motivo. Porque cuesta mucho admitir que uno está roto por dentro y que no es capaz de empezar a recoger los pedazos para tratar de recomponerlos.

Cuando uno se rompe por dentro llora sin motivo y le escuece cada lágrima que derrama. Le invade una sensación de tristeza de la que es complicado desprenderse. Y esa tristeza pesa como un saco lleno de arena, que oprime, que aplasta, que angustia. Que, casi, casi, asfixia. Y como no es fácil quitárselo de encima va acumulando ira, porque la impotencia a veces genera ira. Y la ansiedad y la inestabilidad también. Y todo eso junto no casa bien y estalla cuando menos lo esperas y con quien menos quieres. Esas reacciones no siempre son comprendidas y dan lugar a comportamientos y expresiones alrededor que no agradan a nadie. «Está zumbado», dicen. O decimos. «Se la ha ido la cabeza», «No rige bien», «Está loco». Y dan ganas de gritar: No. Estoy roto, pero por dentro, por eso no lo ves.

Las enfermedades mentales llegan, se instalan, se expanden. ¿Se pueden prevenir? Claro

Pero a ver quién se atreve a soltar eso si se va a encontrar con incomprensión o con sorna, que ni son jarabes ni pastillas que sanen nada. Estamos acostumbrados a gestionar heridas, a contemplar autopsias por televisión, a solidarizarnos con enfermedades que atacan a otros organismos. Pero todo lo que tiene que ver con la salud mental nos incomoda, nos pone nerviosos, nos incita a darle la espalda. No lo entendemos y no estamos haciendo lo suficiente para entenderlo, pese a que es una pandemia que nos rodea y que nos afecta. Nadie se libra. Ayer fue esa actriz famosa. Hoy han sido cientos de personas que viven a escasos metros de nuestra casa. Mañana seré yo. O tal vez seas tú.

Publicidad

Las enfermedades mentales llegan, se instalan, se expanden. ¿Se pueden prevenir? Claro, pero eso no impide que alberguen donde les plazca. Porque no esquivan a quien supuestamente goza de éxito o cuenta con todos los elementos que propician la felicidad.

¿Se curan? Es posible. Las piezas rotas se pueden reparar. Con paciencia y esmero. Y con auxilio. A las personas que se rompen por dentro les ocurre lo mismo. Y no les ayuda que se reste importancia a lo que les ocurre, ni que se cachondeen por cómo les transforma, ni tacharles de débiles. No hay que dejar que se desangren. No hay que tardar en reaccionar.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€

Publicidad