![Un rotundo fracaso](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202101/31/media/cortadas/sanitario-kilB--1248x770@Las%20Provincias.jpg)
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Nos habíamos aferrado a una doble esperanza: una psicológica, el cambio de año; otra, más sólida e ilusionante, la vacunación masiva. Las dos se han ido desmoronando nada más comenzar 2021.
Enero ha sido fatídico. El mes más duro de la pandemia porque, su desbordante balance de contagios y víctimas, coincide con un momento de gran hartazgo social. Hay fatiga, incomprensión e impotencia. Y se ve entre la ciudadanía en general pero, sobre todo, entre los extenuados sanitarios -a los que proclamamos héroes antes de olvidarlos-. Quizá, también, entre la clase política; en este caso, con el riesgo de que vayan perdiendo el rumbo y acaben desnortados del todo.
La comparecencia de Ana Barceló en Les Corts el pasado martes transmitió, precisamente, eso: impotencia. Trasladó la sensación de que su hoja de ruta está quebraba y que acusaba los ataques internos y externos -al margen de las dentelladas del covid- que le sitúan en la diana, como si ella fuera el escudo de todo y de todos. Enero deja patente que la honestidad -que me parece indiscutible-, la entrega -indudable- y la disposición de la consellera para poner fin a la pesadilla son insuficientes. Lo son porque lo que urge es gestión, buena gestión; equipo, buen equipo, y un respaldo seguro en el que apoyarse, para no estar sola. Y a Barceló eso le falla. Los resultados, once meses después, así lo atestiguan. Todo ello, a pesar de los sanitarios que se han dejado la piel en la lucha contra el virus y de las múltiples restricciones, cuya eficacia no parece testada.
«La transmisión avanza sin control», reconoció Barceló. Lo preocupante es que avanza desbocada un año después de estallar la crisis y que no hemos sabido frenarla. Lo crítico es que el virus se expande entre instalaciones convertidas en infiernos, un hospital de campaña en entredicho, la vacunación masiva en vía muerta y un futuro tan incierto que genera angustia. «Hemos hecho lo sobrehumano», sentenció la consellera. Y ese es el problema: que han hecho todo lo que pueden pero no es suficiente. La pandemia sigue ganando la batalla once meses después y eso -duele decirlo- sólo tiene un calificativo: fracaso. Un fracaso rotundo.
¿Hay que señalar a Barceló como única responsable? En absoluto. Hay que apuntar a todos los que le rodean, a todo el Consell; comenzando por el presidente Puig, sus vicepresidentes y el resto de miembros del Botánico. Hay que mirar hacia el Gobierno de España, que es el que cogió las riendas cuando estalló la crisis pero luego las soltó dejando que el virus trotara enfurecido; y hacia Pedro Sánchez, que habló de mantener la moral y prometió que saldríamos más fuertes y ha terminado poniéndose de perfil en el momento más difícil. ('Missing', como Joan Ribó). Hay que apuntar a la Unión Europea, a la que nos agarrábamos con alivio porque centralizó la compra de vacunas, pero ahora vemos cómo los intereses comerciales pasan como una apisonadora por encima de la esperanza. Y también nos debemos señalar nosotros por haber dado alas al virus con actitudes irresponsables. Algunas descorazonadoras, como las imágenes de jóvenes en la playa. Otras, indignantes como la de esos alcaldes que se saltaron el protocolo de vacunación y han renunciado a dimitir. Ahí siguen.
Ha sido un fracaso rotundo, sí. Un fracaso colectivo. Pero no podemos ceder ni desfallecer. Ahora, más que nunca, toca apartar del camino a quien no dé la talla, remar todos a una con fuerza y guardar en la memoria cada estampida que nos llevemos -como este mes de enero-, para no olvidar. Para recordar los colapsos, la falta de material, las puyas dentro del Botánico, la desconexión de Moncloa, la incompetencia de algunos, la soledad de otros y los 1.500 valencianos que nos dejaron en sólo un mes por el virus. No olvidar para, cuando todo pase, pedir responsabilidades.
Es domingo, 31 de enero. LAS PROVINCIAS cumple 155 años y seguimos, en equipo, contando la vida.
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