Urgente Mazón arremete contra la Aemet por la fallida previsión de la dana y la CHJ por el silencio sobre el barranco del Poyo

Últimamente se lleva mucho eso de hacer lecturas políticas en clave de pareja en crisis. Pueden ser ciertas, que todavía se estén barruntando, o sencillamente, que no respondan a la realidad. Eso es lo de menos. Es tentador interpretar la política en clave de romance. Y como el amor no siempre se acaba -o si- parece que está de moda hablar de parejas, divorcios y separaciones no siempre amistosas. Es una práctica descubierta a partir de la época del Pablo Iglesias actual, como la invención de la rueda es al Neolítico.

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Hay algunas relaciones que se disuelven en público pero con la cobertura emocional y la intimidad que da un mitin con tus compañeros de partido. Ése es el caso de Podemos. Una vez materializado el cisma, ahora buscan una salida airosa.

Los Shakira y Piqué de la política en España son hoy Pablo Iglesias y Yolanda Diaz, por la banda de la extrema izquierda y, al lado contrario, se despliegan con desparpajo Santiago Abascal y Macarena Olona.

Hasta ahora los cuatro mantenían ese equilibrio de difícil disimulo -previo a la ruptura- en el que se pierden las formas y las maneras. Pero en el caso de Vox el divorcio ha ido más allá en forma de traición imperdonable al aparecer una 'tercera pieza' en escena: la Fundación que planea Olona -me pregunto quién se la estará financiando- con aspiraciones a convertirse en partido político para las próximas elecciones.

Pero ni Iglesias es Gerard Piqué, ni Yolanda Díaz es Shakira. Y mucho menos Olona o Abascal. Es una obviedad. En la práctica los cuatro andan inmersos en la ruptura de uniones que parecían inquebrantables pero que se les acaba el amor «de tanto usarlo», como cantaba la más grande -o sea, Rocío Jurado-, «o no» como decía el otro gallego ilustre de apellido Rajoy y nombre Mariano.

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Pienso que tanto unos como otros se equivocan porque así sólo lograran repartirse las miserias y autolesionarse. Unidos siempre van a sumar más que yendo por separado. Las divisiones no se perdonan. El tiempo y la perspectiva pondrá a cada uno de ellos en su sitio.

Y por mucho que insistían en alimentar lo contrario desde el palacio de La Moncloa el binomio Alberto Núñez Feijóo e Isabel Diaz Ayuso sigue unido. La sintonía permanece y la complementariedad de ambos es inequívoca. Hacer silogismos para comparar el estado de salud del aparato de Génova de ahora con la época de Pablo Casado es querer hacerse trampas al solitario. El cronómetro electoral ya está en marcha y el tiempo corre para todos igual.

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Mañana 10 de noviembre hará tres años que votamos en las últimas elecciones generales y por mucho que se quiera estirar la cuerda, el tope temporal es un año. Como mucho nos quedan 365 días en los que vamos a ver de todo. Hasta reconciliaciones. ¡Quién sabe qué nos deparará el futuro! A lo mejor hasta vivimos reencuentros políticos algo ñoños -con carantoñas y besuqueos- inspiradas en aquellos inicios románticos de Iker Casillas y Sara Carbonero. Veremos.

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