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Pues no, no lo saben. ¿Usted se lo ha explicado? ¿Alguien, de entre los directamente interesados, se ha preocupado de defender lo suyo con eficacia; ... de acudir a donde corresponda para exponer y defender lo que haga falta, para aclarar tal problema con la intensidad necesaria, hasta convencer? No, simplemente nos limitamos a sorprendernos de que no respondan a nuestras expectativas quienes suponemos que deberían estar al tanto de las mismas, cuando a lo peor ni siquiera conocen su existencia, o, como mínimo, en el juego de equilibrios que es la política en general y la consecuente adopción de decisiones, es lógico que estén más atentos a corresponder a quienes son más numerosos -porque al final los altos cargos dependen de los votos-, o hacen más ruido, o aciertan en desplegar mensajes de mayor calado mediático.
Se oye en los bares, en las casas con intereses agrícolas, en cualquier tertulia improvisada alrededor de cuestiones del campo, en los modestos círculos donde se despliegan a diario pequeñas opiniones que suenan a lo de casi siempre; en las reuniones y asambleas de organizaciones agrarias, sociedades de riego o entidades comerciales... No falla, llegado el momento de plantear cualquier cuestión que derive de desatenciones oficiales o cambios de normativas, en vez de plantearse los actores que sufren los efectos de nuevas exigencias o viejas carencias qué podrían hacer para tratar de movilizar lo necesario, incluida la voluntad de las autoridades competentes que pueden decidir en la materia, lo inmediato es lanzar la pregunta de rigor: ¿Qué ellos no lo saben? Ellos (o ellas) son los (o las) 'que mandan', y lo normal es que en el terreno del que hablamos cunda el convencimiento secular de que quienes llegan a los despachos, es decir, a los puestos con capacidad de decisión, deben saber de qué va todo eso y lo demás, porque si no, no habrían llegado al cargo. Por tanto, si no hacen o actúan en la dirección requerida, la gente de la base piensa que simplemente será porque no quieren hacero o pasan de todo. Que a lo peor es así, pero también puede ser que no, que sólo sea porque haya un conocimiento parcial que se podría corregir, o una sensibilidad que cabría reorientar .
Es asombrosa la capacidad que hay para mezclar la perplejidad con la pasividad, a pesar de la larguísima experiencia. Predomina en el sector agrario el sentimiento providencia lista, la creencia de que otros se ocuparán «de arreglar» lo que sea, y si no, será por su culpa. Como si hubiera una obligación innata, y también ciencia infusa. No se ve implicación directa, con conocimiento y cada cual en lo suyo. El resultado es un vicio adquirido que parece un pecado original: va con el lote, todo unido.
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