
Salud mental: asignatura pendiente
DR. RAFAEL PESET PÉREZ, MÉDICO CAMILA QUINTERO
Domingo, 29 de enero 2023, 23:42
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DR. RAFAEL PESET PÉREZ, MÉDICO CAMILA QUINTERO
Domingo, 29 de enero 2023, 23:42
Cuando salía de la adolescencia leí un libro del Dr. Roger Gentis que se titulaba la «tapia del manicomio». Su lenguaje directo, escabroso y poco ... ortodoxo generaron interés en un joven de vocación médica temprana y muchas dudas en una conciencia en desarrollo.
La tapia del manicomio es una representación icónica de la antipsiquiatría, movimiento de los años 60, que ponía en cuestión la enfermedad mental tal y como estaba concebida, que abría un debate provocador sobre la actividad asistencial de los médicos psiquiatras en el marco del sistema de salud y destapaba las controversias sobre los tratamientos y métodos terapéuticos que utilizaban. Se trataba de una visión de gran contenido ideológico, inmersa en un cosmos de radicalidad psicosocial, revisionista y con un claro contenido contracultural en sus propuestas. Pero ello no fue óbice para que, de este movimiento, se extrajeran ideas y propuestas que han contribuido a forjar y entender la actual psiquiatría.
El esfuerzo, el trabajo y la reivindicación constante de los profesionales sanitarios, en el marco social de la sociedad del bienestar, han contribuido a restaurar el valor universal de la dignidad humana del enfermo mental y de sus derechos como persona, han ayudado a enfrentarse al estigma social que supone padecer una enfermedad mental, han despertado la necesidad de realizar y establecer líneas de trabajo en un equipo multidisciplinar para asumir responsabilidades, y especialmente, han promovido el interés para desarrollar una coordinación entre los diferentes niveles asistenciales, ya sean sanitarios o sociales, que definieran en cada momento el lugar más apropiado para tratar al paciente con enfermedad mental.
Todos estos hitos, son algunos logros producidos, en los últimos cinco decenios de la historia de la psiquiatría, en pro de los pacientes. Pero pese a todo lo avanzado, hoy el tratamiento de la enfermedad mental sigue siendo una asignatura pendiente que la sociedad tiene con los pacientes y sus familiares.
Las sociedades modernas y democráticas se caracterizan, entre otras cosas, por aflorar los problemas sociosanitarios que tiene la sociedad. El enfermo mental que se escondía en instituciones cerradas, o las personas con diversidad funcional que se ocultaban en los domicilios familiares, salen del ostracismo porque esta sociedad quiere dignificar su existencia y ayudar al enfermo y a sus familias para que puedan integrarse en una sociedad plural y en igualdad de derechos. Una sociedad abierta que sabe que la solidaridad y equidad entre los seres humanos, requiere una mayor inversión para atender las necesidades que tienen las personas más vulnerables de la sociedad.
La visión actual biopsicosocial de la psiquiatría difícilmente se puede entender sin la formación MIR y PIR de nuestros profesionales, sin la integración de la enfermedad psiquiátrica en los hospitales de agudos, sin la creación de unidades de atención de media y larga estancia para la rehabilitación y reinserción del enfermo mental o sin el desarrollo de líneas de investigación biomédica.
Pero pese a todo lo avanzado, queda mucho espacio por recorrer para poder sentirnos satisfechos. En este sentido, tras el naufragio de la estrategia de salud mental 2016-2020, el gobierno acaba de presentar un nuevo plan de salud mental que, si bien nace insuficiente, entreabre una puerta para mejorar la atención del enfermo mental. Bienvenida sea la iniciativa, porque su aprobación algún avance producirá. Pero abramos bien los ojos porque, pese a ello, aunque se cumplan los objetivos de este plan, la salud mental seguirá siendo una cenicienta que brilla puntualmente en su fiesta de presentación, pero que a medianoche retorna a la realidad cotidiana donde reaparecen necesidades esenciales insatisfechas y vuelven a surgir carencias de recursos asistenciales básicos necesarios para su atención. Y especialmente hay que hacer referencia a los recursos sociales que, actualmente, constituyen el talón de Aquiles del sistema porque, siendo el apoyo fundamental para conseguir unos buenos resultados terapéuticos, estos medios asistenciales siguen siendo precarios e insuficientes.
Que el escepticismo no nos impida seguir mirando al futuro con optimismo para que, la defensa de la dignidad de la vida del enfermo mental, siga siendo una gran meta social. Descubrir en nuestro interior los valores intrínsecos que forman parte inalienable de nuestra sociedad, que encuentran en sus raíces europeas la esencia cristiana de sus orígenes, de su manera de ser y de pensar, nos puede ayudar a conseguirlo.
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