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Arsénico por diversión ·
La forma de Rufián de acusar a los del '3 per cent' firmó la declaración de guerra entre las familias del 'procés'Gabriel Rufián no es un gran orador. Pocos parlamentarios lo son hoy en día, como hemos visto en el Congreso durante las últimas horas. Así que Rufián no es una excepción pero tiene la capacidad de concitar interés por sus exabruptos, su tono faltón y su confusión entre la tribuna de oradores y un ring mediático de tertulia bronca. Por eso, cuando comenzó con la fábula clásica de la zorra y el leñador, daba la impresión de que estábamos ante un discurso propio de gente ilustrada, aunque no mencionara al griego Esopo y atribuyera la historia a un cuento que le contaron. Luego volvió a algunos tics habituales y a descripciones forzadas y datos inflados, junto a las inevitables lecciones de moralidad propias del mismísimo Sócrates a las que ya nos tiene acostumbrados, pero hizo un par de afirmaciones asombrosas e interesantes. Una de ellas fue decir «a mí España no me roba; me roban Rato, Bárcenas, Pujol o Millet». El golpe lo debieron de acusar no solo en el PP sino, sobre todo, entre los sucesores de Convergència, si es que queda alguien. Es cierto que insistió en el discurso del independentismo y de la lágrima fácil con los políticos presos que no pueden ver a sus familias, pero su forma de acusar a los del '3 per cent' firmó la declaración de guerra entre las familias del 'procés'. Quizás eso y la posibilidad de un pacto con Sánchez tengan más efectividad para acabar con lo que sucede en Cataluña que el 155. Al menos durante un tiempo, el necesario para conjurar lo único que no quiere el independentismo: la llegada de Vox a los aledaños de la Moncloa.
La otra cuestión era mucho más interesante e incisiva, cuando preguntó al candidato socialista qué PSOE íbamos a encontrarnos y qué señor Sánchez iba a aparecer en el gobierno. Fue una de las partes de su discurso más clarividentes y comprometidas para el aspirante a presidente del gobierno. Sobre todo, teniendo a su lado a Carmen Calvo, la que justificó las incoherencias de su jefe apelando a que todo depende del rol que esté desempeñando: el de la campaña electoral, la oposición al gobierno o el propio gobierno.
Rufián le recordó a Pedro Sánchez que en ocasiones ha defendido una cosa y su contraria y esa volubilidad es desconcertante para los ciudadanos pero más aún para los aliados políticos que no saben a quién están apoyando en cada momento. La apelación a la historia, tan impostada, falsa y cansina en el líder del PSOE, resultaba en este punto adecuada para explicar dónde se encuentra ahora el partido. El problema es que la trayectoria a la que se remitía Sánchez en su discurso inicial no se corresponde con el camino errático que ha seguido el partido con él al frente; del «no es no» a la acusación de irresponsables contra la oposición por afirmar que «no es no». No fue un gran discurso el de Rufián, pero verbalizó algunas verdades sobre Sánchez que resultaban más creíbles en boca de un posible aliado.
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