Secciones
Servicios
Destacamos
En un lugar de La Mancha, de cuyo nombre jamás podría olvidarme, no ha mucho tiempo que quisieron rendir homenaje a su Sara Montiel. Bueno, en realidad no les pertenecía, que a fin de cuentas nació a cien kilómetros y no se le conocía vínculo ... con el municipio. Pero caramba, llevaba el nombre de la comarca, el Campo de Montiel, y al igual que Aldonza Lorenzo se convirtió en Dulcinea para gloria de El Toboso, María Antonia Alejandra Vicenta Elpidia Isidora Abad Fernández era Doña Sara de La Mancha, y el resto orgullosos escuderos suyos. Así que acordaron dedicarle la mejor calle del pueblo, con bar y hasta administración de lotería, pero la cosa se torció.
Si para validar una palabra la RAE necesitara respaldarla con ejemplos, como sucede con las santificaciones y los milagros, la candidatura del neonato 'berlanguiano' habría salido muy reforzada de aquella jarana. La culpa fue del mastuerzo que colocó la placa. ¡Mira que ponerla al revés! Y del tipo que debía supervisar su trabajo y no lo hizo, porque ¿quién podía imaginar que aquel berzotas la liaría con el destornillador? Y de los paisanos que desde entonces desfilaron por allí mirando al suelo sin reparar en que su Sara estaba boca abajo. Total, que al final tuvo que ser un veraneante quien se diera cuenta camino de una verbena, aunque evitó verbalizar su sorpresa hasta liberar de responsabilidad al pacharán. Moraleja: «De diez cabezas, nueve embisten y una piensa» (Antonio Machado).
En un lugar del Camp de Morvedre un hombre se construía un chalecito y aceptó que su pariente albañil le hiciera el cuarto de baño por cuatro perras. Eso te lo acabo yo en un día, y allá que se lanzó, viniéndose pronto arriba, ladrillos voladores, una pared tras otra, cuadrado perfecto, gira que te gira cual peonza hasta que de pronto, paleta y trampero a la vez, se vio atrapado en su propia obra. Tan escopeteado había ido que olvidó dejar el hueco de la puerta, viéndose obligado a hacer un agujero para escapar. Por eso aquel aseo tendría ya una ventana para siempre. Moraleja: «El hombre corriente cuando emprende una cosa la echa a perder por tener prisa en terminarla» (Lao Tse). En un lugar del Mediterráneo aprobaron una ley bienintencionada pero de desastrosos efectos. Preocupada la autoridad por salvar la relación con quien le indujo al error, amortiguó cuanto pudo el coscorrón y pregonó que aquello no sería una rectificación, qué va, apenas un «ajuste técnico».
Como quien añade agua al arroz para corregir el exceso de sal. Resulta, presidente, que el «ajuste técnico» responde a la rebaja de condena de 400 agresores sexuales. Por no pararse a pensar, como el manchego de la placa. Por las prisas del albañil emparedado. El refranero está demodé. Rectificar no es de sabios; el verdadero genio evita el error, sobre todo si está advertido. Tres meses le ha costado y encima el desastre no se cobra cabezas, aunque bien pensado, ¿al final por dónde empiezas a cortar, por el que hizo o por el que dejó hacer? Tan responsable era Pepe Gotera como Otilio de las chapuzas a domicilio. Moraleja: «No creo que le vote Txapote, para decepción del energúmeno de la pancarta, pero de seguir así acabará botándole tanto chapapote. Y en menos de lo que tardaría Sara en fumarse un puro» (anónimo). Tres historias basadas en hechos reales.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
La víctima del crimen de Viana recibió una veintena de puñaladas
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.