
SANDRA GÓMEZ O LA TEORÍA DEL MAL MENOR
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Las distintas encuestas parecen elocuentes al menos en lo que toca a coincidencias. Con sus matices, todas vienen repitiendo como un martillo pilón que el gobierno de izquierdas de Valencia ciudad sobrevivirá a las elecciones del 26 de mayo. Por lo que respecta a LAS PROVINCIAS, los sucesivos sondeos encargados a Sigma Dos siempre han concluido con el pronóstico de una victoria de la izquierda; en mayo de 2017, en mayo de 2018 y en mayo de 2019. A dos semanas justas de concurrir a las urnas, la inercia se mantiene, incluso acentuando el desequilibrio, a raíz de la tormenta desatada por Pedro Sánchez con el adelanto electoral. Las encuestas son sólo señales. Pero dicho a la inversa, son nada menos que señales. Por lo que tan erróneo resulta darle a una señal más valor que el que tiene, como ignorar la significación de tales señales. No cuentan por supuesto con carácter definitivo o concluyente, pero indican tendencias reales del comportamiento electoral.
Y parecen contumaces. Se trata de ver si las elecciones locales serán un elemento corrector de los comicios generales y autonómicos o, por el contrario, los acabarán reforzando y amalgamándose con ellos. Una conclusión salta a la vista. No cabe esperar con carácter general un cambio de ciclo entre dos elecciones tan seguidas, con apenas un mes de distancia. Por lo que donde muchos han querido ver el 26M como la segunda vuelta del 28A para revertir el resultado de la ida, bien puede pasar más bien lo contrario, que el 26M acabe suponiendo el afianzamiento y refuerzo del 28A. Y que la ley D'Hont nos coja confesados, porque entraremos de lleno en un largo ciclo de dominio socialista, ¿pero qué socialismo, el de Felipe González o el del divinizado Zapatero con la ayuda impagable de Iglesias y la muchachada podemita?, justo cuando la desaceleración está entrando por la puerta de casa de la Unión Europea. Ya hemos visto otras veces como acaban estos finales de cuento feliz, con la recesión asolando el país y la ciudadanía llamando a la derecha al rescate de nuestras desdichas como si fuera el séptimo de caballería (Aznar en 1996 y Rajoy en 2011).
En Valencia ciudad, el peor horizonte de las prospecciones demoscópicas, quizá el más probable aunque desde luego no inevitable, apuntaría a una especie de triple empate a siete concejales entre PP, PSPV y Ciudadanos, lo que permitiría a Compromís situarse con un concejal de ventaja, llamémosle el concejal de oro porque es el que otorga el premio gordo de la alcaldía. Veremos el día de la votación cuánto se aleja el resultado respecto a esta cábala. De momento, lo que dice Sigma Dos es que Ribó se mantiene estable desde 2015 en sus nueve concejales, lo que por una parte es meritorio después de las melonadas de estos años, pero también indica que con todo el poder municipal a su cargo no ha logrado beneficiarse del 'efecto alcalde', según el cual un buen regidor municipal consigue en su segundo mandato mucho más apoyo social que en el primero. Podemos sorprendentemente sigue más o menos igual, pese a la opa amistosa que le ha practicado Compromís vaciándole los caladeros. Vox se desinflaría respecto al apoyo recibido un mes antes, esto es una cosa que está por ver; el votante potencial de Vox es quizá el más antiriboniano de todos por lo que cuesta creer que quiera quedarse en casa, González Pons lo solventa pensando que es un voto que vuelve al PP a través de Catalá: estaremos atentos. Precisamente Catalá sale muy bien parada de la encuesta, con resultados mejores que los de Pablo Casado e Isabel Bonig, lo que le permitirá dado su pragmatismo optimista llorar por un ojo. Contaría con un dato incontestable a su favor, preservar con holgura la primacía por el lado de la derecha, lo que tiene que estudiarse sin duda como un plus que la candidata añade a las siglas. Ciudadanos mal, Fernando Giner mal, según Sigma Dos, baja un concejal. Es un resultado extraño y seguramente no definitivo, no cabe pensar que Ciudadanos vaya a obtener en una ciudad propicia peores cifras que en las generales o en las autonómicas, ya les pasó que las encuestas le dieron entonces por debajo de las urnas. No obstante, si se confirmara ese dato Giner habría perdido su gran oportunidad, sobre todo si la candidata popular acaba por encima de él. La lógica invita a pensar que el resultado de ambos partidos será muy parejo, en torno a los siete concejales, lo que nos lleva a plantear la cuestión fundamental por el lado de la orilla derecha: si quieren gobernar, ambos necesitan que Vox mejore su posición hasta lograr tres concejales, o el gobierno local inevitablemente será de izquierdas. El PP está en su derecho de pedir que no se vote a Vox porque se fragmenta el peso electoral de la derecha, pero el caso de Valencia sería como el de Andalucía: el PP triunfa junto a Vox y Ciudadanos, o no triunfa.
La gran novedad reciente es Sandra Gómez, a raíz del ciclón activado a partir del 28A. El PSPV, ahora cuarta fuerza en el ayuntamiento, crece hasta prácticamente igualarse con Compromís. De tal manera, que la candidata socialista le puede disputar la alcaldía a Joan Ribó. Estamos asistiendo pues a una doble competición. De un lado, la pugna entre los bloques izquierda y derecha, donde el primero parece situarse con ventaja. Y por otra parte, una competición interna, dentro de la izquierda por ver quién queda por delante. Esto también es importante. A principios de año, escribíamos en esta sección que lo más relevante no era si el alcalde pudiera ser Giner o Catalá, sino que Joan Ribó dejara de serlo. Esta es una convicción bien arraigada en la derecha social valenciana; en la última semana se la hemos vuelto a oír a distintos líderes profesionales y asociativos históricamente afines al PP. Volvemos al símil deportivo, como lo del partido de vuelta, mucha gente no votará nunca a la izquierda, incluyendo al partido socialista, pero asiste al proceso como si fuera una liga futbolística, donde uno prefiere que gane el partido un equipo ajeno e incluso rival al suyo porque tiene peor consideración del otro contrincante. Y en este caso, no estamos ante el plano de las emociones de una afición, sino ante la constatación de que Compromís ha practicado variadas políticas sectarias y escoradas distantes de la centralidad ciudadana, hartamente comentadas en esta página. Joan Ribó acaba de declarar que la extrema derecha ya está sentada en el ayuntamiento, señalando aviesamente a los representantes democráticos de la oposición, no es la primera vez que lo hace, otra vez los comparó con los golpistas del 23F. Lo dice un político criado y madurado en el partido comunista, férreamente soviético y totalitario hasta que cayó el muro de Berlín, afirma eso un alcalde que ha intentando mermar los derechos de distintos sectores sociales, que ha jugueteado con una tercera república bananera y con los símbolos constitucionales, o que financia a entidades separatistas catalanas. Nada tiene de extraño que Sandra Gómez pudiera ser bendecida como el mal menor si el 28A la izquierda revalida su poder.
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