SANT BLAI GLORIOS
MANUEL ANDRÉS FERREIRA
Jueves, 31 de enero 2019, 08:21
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MANUEL ANDRÉS FERREIRA
Jueves, 31 de enero 2019, 08:21
El próximo domingo con la festividad de San Blas, obispo y mártir, la iglesia parroquial de San Valero, situada en pleno corazón del barrio de Ruzafa, se llenará de fieles, de antiguos vecinos que acuden por la fiesta y de centenares de valencianos de todos los rincones de la ciudad. Unos para visitar al santo, que según la tradición cura los males de la garganta, y otro para comprar las galletitas (versión moderna dels panets del Sant) que, después de ser bendecidas, se venden en bolsas de papel, junto a botellitas de aceite para frotar la garganta.
La jornada se iniciará muy temprano con la exposición de una reliquia del santo que se conserva en un relicario de plata. La fiesta de Sant Blai Gloriós, que es como se reconoce en Ruzafa, se remonta a la Edad Media, según siempre ha señalado José Verdeguer, párroco de San Valero y autor de un pequeño librito con la historia del médico armenio convertido en protector de las infecciones de la garganta. El ritual para invocar su protección no era otro que pronunciar la siguiente frase: «Sant Blai gloriós, deixa'm el xic i emporta't la tos». Curioso. Pasado el mediodía tiene lugar una solemne eucaristía. A primera hora de la tarde se celebrará la denominada «passà de chiquets», un acto que se inicio en el año 2006 en el que las madres acercan a sus hijos pequeños al altar para ungirles la garganta con aceite bendecido para que el santo les proteja contra las enfermedades de la garganta.
Quizás el acto más multitudinario es la procesión general, que tiene lugar por la tarde, con la imagen del santo por las antiguas calles de la feligresía y acompañada por centenares de niños.
Llegada esta festividad los recuerdos de la niñez toman fuerza, sobre todo porque la mayoría de niños, sobre todo los nacidos en Ruzafa, estaban apuntados a la cofradía de San Blas, por lo que se pagaba una cuota anual que daba derecho a galletitas, medallas y cirio para la procesión. Con la festividad de alguna manera, volveremos a convertirnos en niños al participar en algunos de sus actos.
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