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POOL / AFP
Schadenfreude, el Barça y Cataluña

Schadenfreude, el Barça y Cataluña

Un club de fútbol prestigioso debería ser aséptico políticamente. El Barcelona no lo viene siendo

Inocencio Félix Arias | Diplomático

Jueves, 20 de agosto 2020, 08:10

Los alemanes tienen un palabra intraducible pero muy expresiva. Tanto es así que ha sido casi incorporada al inglés. Schadenfreude significa «alegrarse del mal ajeno». Algo que se da en todas las culturas del mundo. Tenemos un excelente ejemplo en la humillación sufrida en días pasados por el equipo de fútbol de Barcelona.

Creo que fue el ocurrente Cuco Cerecedo quien escribió hace décadas que cuando el Real Madrid, que dominaba el continente, ganaba un partido de la Copa de Europa la mitad de España saltaba de júbilo y la otra mitad rechinaba los dientes de rabia. Hay que deducir que cuando el club blanco perdía ocurría algo parecido, los sentimientos cambiaban de bando pero el porcentaje era parecido.

La sofocante derrota del Barcelona de hace días ha suscitado el regocijo de un porcentaje que supera con mucho el 50% de los aficionados. La primera razón es que muchos más españoles lo vieron, la televisión está en todas partes y a esa hora no había mucho que hacer. Pero eso no es lo que explica el extendido júbilo. La razón principal no sólo es anímica -muchos disfrutan viendo a un grande descalabrado (pensemos en el rey Juan Carlos o en Plácido Domingo)- sino fundamentalmente política: hay cantidad de españoles, no creamos que son sólo los votantes de VOX, a los que la situación catalana hastía, fastidia y que han comprobado que en el club catalán se apoya subliminal o abiertamente la causa independentista. Para un sastre de Valencia, una profesora de Galicia, un bombero de Zaragoza y un ama de casa de Granada oir un ladrido falaz del abundante repertorio de Torra («España nos roba», «España nos ha mandado el corona virus», «los españoles tienen un defecto en el ADN»...) y constatar que al día siguiente en el Camp Nou flamean no pocas banderas y letreros independentistas y, por lo tanto, divisorias les sulfura. Un club de fútbol prestigioso debería ser aséptico políticamente. El Barcelona no lo viene siendo. El justo aunque abultado resultado del Barcelona (caer 8-2 en la Copa de Europa es casi un record histórico, cataclísmico) ha provocado esa avalancha de cuchufletas, chistes, puyas sobre el equipo catalán. Algo inaudito por la variedad y la cantidad. Aún sigue llegando.

La catarata es una radiografía del sentir de bastantes personas, algunas simpatizantes de los culés, y debería hacer reflexionar a los rectores de la institución. Me temo que no lo harán.

El rechazo al talante separatista se ha acrecentado con otros dos hechos asimismo difundidos en las redes: unas declaraciones trasnochadas del provocador Guardiola afirmando que en los últimos años han habido tres grandes equipos europeos: el Bayern, la Juve y el Barça (ignorar al Madrid es marca de la casa). Luego tenemos al inefable mandamás de FRIGO. No es ya que resulte insultante que en Cataluña decida rotular sus helados en catalán, alemán e inglés (¡excluyendo el español!) sino que, al pedírsele explicaciones, se justifica bobamente sosteniendo que está cumpliendo con la legislación. Curioso.

Las leyes catalanas pueden ser supremacistas marginando el castellano, ¿pero cabe en cabeza humana que haya una disposición que imponga el catalán, permita el alemán y el inglés y prohiba el castellano? Nos toma por tontos y, lo que es peor, siembra la división y alienta nocivamente a los que predican el boicot de los productos catalanes.

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