Los 16 segundos del ascensor
EL ESTADO DE LA COMUNITAT ·
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EL ESTADO DE LA COMUNITAT ·
En un suspiro y unos centímetros, uno puede aprender de la vida, las exigencias y la vacuna infantilNostalgia. Son sólo unos segundos. 16 en mi caso. El tiempo que transcurre entre que pulsamos el botón del piso al que vamos y ... llegamos a nuestro destino. Pero lo que pasa muchas veces en un ascensor, aunque casi siempre sea fugaz y aparentemente superficial, en otras ocasiones te deja huella. Con todo se aprende, sufre y disfruta al tiempo. A mí me bastó el otro día en uno de estos pasajeros trayectos para que un simple olor me diera ánimos para el resto del día. Fue un aroma que mezclaba restos de humo, quizás aceite, esencia corporal, perfume y tabaco. Cerré los ojos y vi a mi abuelo Demetrio. El mismo que mientras metía la cadena salida de mi bici me animaba a no dejar nunca de pedalear. El mismo que en su mítico Renault 4 L, el 'Cuatro Latas' que yo ahora mimo y conduzco, me enseñaba a aprender a conducir por los caminos de Cuenca. El mismo que me daba consejos de respeto, no decir nunca que no a un reto y disfrutar sin miedo. Y ese aroma en el ascensor me dio fuerzas para toda la semana.
Enseñanzas. En el mismo reducido espacio de un ascensor te puedes encontrar con un vecino y su hijo. Un pequeño rubio, de ojos grandes y azules, que observa con pasmo e inocencia todo lo que le rodea. Ojalá no perdieramos nunca esa mirada. Tras el clásico «ya refresca» y «menos mal que llega el puente», padre e hijo (o más bien el progenitor al pequeño) empezaron a repasar los deberes. El adulto recriminaba al menor que no tuviera hechas todas las tareas. El niño lo observaba entre apenado y sorprendido. Ni siquiera va aún a Primaria. Y aquel instante sirve para reflexionar si no presionamos demasiado a nuestros pequeños. Si no les extenuamos hasta la saciedad con extraescolares, pianos, coros, deportes y demás milongas. Si todo esto de la vacuna infantil no llega con demasiado debate de expertos, con muchas dudas de los padres y con un proceso elegido por la Conselleria de Educación más que dudoso. Casi ninguna autonomía ha optado por los centros escolares como escenario en los que inocular a los pequeños. Estoy seguro de que no se vulnera ningún derecho de las familias. Los juristas dictan que la autorización previa respeta la Ley de Protección de Datos y que no se infringe el derecho a la intimidad. Pero, ¿qué pasa con la estigmatización de los niños? ¿Cómo reaccionarán los pequeños con aquellos cuyos padres digan que no a vacunarse? ¿Les señalarán como 'apestados'? Porque aquí no habrá secretos de quién se inyecta y quién no, como sí ocurre en centros de salud o vacunódromos. Como pensé en aquel ascensor, otra exigencia excesiva de adultos para los menores.
Waylen. En los 16 segundos que dura ese pedacito de vida de subir y bajar da tiempo a ver en el móvil a Waylen bailando. Dando una lección. En las redes se ha hecho viral el vídeo de este gran pequeño instantes antes de ser operado del corazón en el hospital Joe Di Maggio de Hollywood. Tiene tres años y apenas levanta un metro del suelo. De su cuerpo cuelgan 12 sondas, vías y tubos mientras camina hacia el quirófano. Para una operación que lo va a dejar abierto en canal. A su alrededor, el personal sanitario empuja dos goteros. Pero él se contonea. Sonríe. Hasta empuja una puerta enorme de camino a la zona quirúrgica para que todos pasen. «¡La tengo, la tengo!», celebra. Y en esos segundos de ascensor llegas a un mantra vital. El de empujar siempre con ilusión. Sin temor. Ni ante el día al día ni ante las dudas de la vacuna. Como la lección que me dio mi abuelo Demetrio cuando nos topamos cara a cara con un jabalí. «No tengas miedo. Lo huelen. Y sobre todo, sonríe».
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