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Directo Sigue el minuto a minuto del superdomingo fallero

Selectividad tramposa

AGUSTÍN DOMINGO MORATALLA

Domingo, 9 de junio 2019, 09:56

La campaña promovida por los afectados en la prueba de Matemáticas ha conseguido cuestionar la selectividad, de tal manera que hasta la Ministra de Educación y los rectores han prometido revisar su funcionamiento. Ya en la campaña electoral se propuso su modificación para tener alcance nacional y que la pretendida igualdad de oportunidades afectara a todos los bachilleres. Sin entrar a valorar el escaso sentido y utilidad de una prueba donde aprueba casi el 100%, los responsables educativos la mantienen porque facilita los procesos de acceso a determinadas carreras y resuelve la excesiva demanda que hay en determinadas titulaciones.

Sin entrar a valorar los criterios que se utilizan en otros países para regular el acceso a las universidades, el diseño de la prueba de selectividad en España es un ejercicio educativo tramposo que sólo cumple la función de estandarizar y homogeneizar las calificaciones. Se han hecho varios intentos de corregir las calificaciones para introducir ponderaciones y tener en cuenta las calificaciones de todo el bachillerato. Con ello se pensaba que se reducía el nivel de estrés del alumno porque no se lo juega todo a una prueba de dos días. Se ha conseguido arrinconar y excluir determinadas materias del bachillerato y subastar porcentajes al introducir el totalitario dogma de la ponderación.

Las materias del bachillerato han dejado de tener su sentido porque se han clasificado según la importancia que tienen en la prueba. La organización del bachillerato ha producido dos tipos de profesores, dos tipos de materias y dos culturas organizativas. Por un lado las estructurales que ponderan en las calificaciones y por otro las coyunturales o 'neomarías' a las que apenas si les concede valor pedagógico. La prueba ha conseguido 'selectivizar' los dos años completos de bachillerato y toda la organización se hace depender de su momento final. El bachillerato ha perdido todo su sentido y en lugar de ser un tiempo de maduración, clarificación vocacional y formación humanística sólida para cualesquiera de las opciones profesionales, se ha convertido en una parte transitoria del sistema.

La prueba funciona como una espada de Damocles para el alumno que, en lugar de estudiar el bachillerato para adquirir una sólida formación básica, se lo juega todo a una nota. Si el bachillerato ya recibió la puntilla en su reducción a dos años, esta selectividad lo ha terminado de enterrar. Al organizarse tramposamente para conseguir nota, además de pervertir el sentido del estudio, introduce el virus del egoísmo competitivo entre profesores y centros. En lugar de valorar la calidad de un centro por el potencial formativo, integrador y educativo, se valora por aprobados y la nota que consiguen. Al pervertir el bachillerato que nadie se lamente diciendo de los universitarios «tienen mala base».

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