Aparte de su repercusión urbana en los lineales de supermercados, donde se ha visto cierta escasez de leche o aceite de girasol, o en los ... bares poligoneros, con mesas libres a la hora punta del almuerzo, la relevancia de la huelga del transporte se ha notado sobre todo en el 'by-pass', la gran vía perimetral del área metropolitana de Valencia, con circulación tan fluida como en festivos, cuando lo habitual es que reviente de saturación en días laborales.
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Lo del 'by-pass' viene a ser como la prueba del nueve, la demostración absoluta de que es urgente que se haga la ampliación prevista, por el bien general. Si estos días de huelga de camioneros andaba el tráfico con densidad menor y a buen ritmo, era porque faltaba el grueso de los protagonistas de esta autovía, los grandes vehículos que estaban aparcados. Deberían tomar buena nota en Compromís, cuando se muestran contrarios a la ampliación de esta vía y argumentan que no es necesario y que lo que se debe hacer es buscar alternativas. ¿Qué alternativas? Ahí tenemos los hechos: dependemos del transporte que distribuye las mercancías; si falla, no tenemos productos básicos y se para la cadena productiva, y esa distribución incesante descansa en los camiones y ahora también en un ejército creciente de furgones que reparten los pedidos al alza del comercio on-line, se supone que encargados por personas de todo color político, también del naranja compromisero, y el 'by-pass' es la gran vía central de todo ello, de todos nosotros.
Es fácil oponerse porque sí y tachar de esto y lo otro a quien notamos en contra, pero la realidad es la que es. Hasta el diputado catalán Gabriel Rufián, tan gruñón en otras lides, ha advertido que «se debe dejar de militar sólo en la moral para hacerlo también en la utilidad». Con lo del 'by-pass', como en tantas otras cosas, conviene ir cuanto antes a la utilidad y dejar de lado postureos localistas que quizás tenían alguna virtualidad en otro momento. ¿Carriles bici?, desde luego, pero también carriles para que todo fluya como debe, para que sea útil. ¿El tren?, pues claro que sí, pero ¿dónde están los raíles, dónde las estaciones? Porque si no, lo que se extiende entre la tropa de a pie es el convencimiento de que, con esas parálisis, estamos ante señoritismos comodones, y eso choca cuando el diputado valenciano Joan Baldoví tacha de «señoritos» a manifestantes rurales por ir a caballo. Que quizá no fuera estéticamente lo más adecuado, por la imagen, pero tampoco ha de utilizarse para generalizar y tratar de negar las penas de quienes protestan de algo. Si todo el que se queja ha de ser visto desde el poder o sus aledaños como ultraderechista, facha o señorito, a ver si se van a quedar sin votantes para la causa.
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