De Sicilia a Marsella
BELVEDERE ·
Quitarse una etiqueta siempre es difícil, mucho más cuando responde a una realidad frustrante y auténtica, no inventadaPABLO SALAZAR
Domingo, 26 de septiembre 2021, 00:26
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Quitarse una etiqueta siempre es difícil, mucho más cuando responde a una realidad frustrante y auténtica, no inventadaPABLO SALAZAR
Domingo, 26 de septiembre 2021, 00:26
Hace algo menos de diez años, el 7 de enero de 2012, publiqué un artículo titulado 'Valencia no es Sicilia', provocado por la campaña política y mediática lanzada contra una marca a la que se asociaba con la corrupción, sin distinguir entre los protagonistas del latrocinio y los ciudadanos que viven y trabajan honradamente en esta parte de España. Se establecía un nuevo cliché, uno de esos que te acompañan de por vida, pase lo que pase, hagas lo que hagas. El catalán trabajador y ahorrador, el vasco serio y austero, el andaluz vago y simpático, el valenciano ruidoso y corrupto. Poco después, LAS PROVINCIAS lideró una iniciativa ciudadana que bajo el epígrafe 'Valencia es mucho más' congregó a más de 150 asociaciones que pidieron y casi exigieron que se dejara de maltratar el buen nombre de Valencia.
Tengo una deuda pendiente desde entonces con Sicilia, la región a la que he vuelto estos días leyendo 'El cruce de la metralla', las crónicas que el periodista norteamericano Tom Treanor escribió durante la II guerra mundial, entre ellas el desembarco en la isla italiana, un libro tan sorprendente como fascinante cuya lectura debo a Ramón Palomar y a su incesante búsqueda de títulos interesantes que ya están fuera de las rutas comerciales. Una deuda, la de visitarla algún día, que no quisiera ver acrecentada con mi referencia a Marsella, ciudad francesa que no conozco ni, por ahora, tengo previsto recorrer. A veces no se entiende lo que uno, en su fuero interno, quiere comunicar. No por culpa del lector sino porque no sabes transmitir bien la idea que ronda tu cabeza. La mía, con Sicilia, era muy simple: da igual lo que hagas, lo que tú creas y como te veas, si fuera te han colocado un cartel va a ser muy difícil, por no decir imposible, que logres quitártelo. Y el cartel que cuelga de Sicilia es el de territorio peligroso controlado por la mafia, poco fiable y del que conviene huir. Probablemente las cifras de delincuencia contradicen esta leyenda pero el cine, la televisión, la literatura, las informaciones periodísticas, han acabado por configurar un estereotipo siciliano, el de una tierra atrasada y muy alejada de las civilizadas y pujantes ciudades del Norte de Italia.
Aquel artículo no era contra Sicilia sino contra los retratos simplificadores de realidades complejas, el clásico brochazo que lo deja todo manchado de un mismo color sin pararse en los detalles, en los rincones, en los matices, sin tener en cuenta que entre el blanco y el negro está el gris. Porque unos cuantos políticos valencianos -demasiados- fueran corruptos, no era justo meter en el mismo saco a toda una región, condenando a sus ciudadanos a vivir desde entonces con el sambenito. Pedí entonces 'finezza', a los medios madrileños (que a 350 kilómetros de distancia tiran más de la brocha gorda que del pincel fino) y a los políticos valencianos que con tal de desgastar al Consell de Fabra y al Ayuntamiento de Rita Barberá eran capaces de aplicar una táctica suicida de tierra quemada aun sabiendo que no volvería a crecer la hierba durante décadas.
La fama, la honra, la imagen en el exterior, la sensación que se transmite. El presidente francés, Emmanuel Macron, anunció recientemente un plan de actuación destinado a «recuperar Marsella», la gran ciudad portuaria aquejada de graves problemas de inseguridad ciudadana, tráfico de drogas, barrios depauperados, convivencia enrarecida... Rehabilitación de viviendas, construcción de colegios, nuevas líneas de transporte público, apuesta por la industria cinematográfica o más policía en las calles son algunas de las propuestas lanzadas por el mandatario galo ante el imparable proceso de degradación que sufre la segunda ciudad del país. ¿En qué momento comenzó su crisis, su caída? Es difícil saberlo, no siempre está asociado a un fenómeno único, como el de Detroit y sus fábricas de coches. Las ciudades pueden vivir épocas de esplendor y, si no saben administrar el éxito, adentrarse a continuación en una de recesión. Mucho ojo, por lo tanto, no sea que los casos de Orriols, de Marchalenes, de la plaza de Honduras y Blasco Ibáñez, del Cabanyal y de algunos otros barrios que últimamente son noticia por nada bueno acaben por configurar una Valencia que se parezca en exceso a la Marsella que Macron quiere rescatar del pozo. Que una cosa es quitarse una etiqueta que en realidad se cayó sola en cuanto cambió el gobierno autonómico y el municipal y otra muy distinta luchar contra una mala imagen que por desgracia responde a una realidad frustrante y decadente.
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