Siempre dijo no
DESDE EL MIRADOR ·
Reconozco que me he emocionado escribiendo esta semana. Porque hay historias que superan toda lógica, interés y bolsillo. Y de esas quedan pocasSecciones
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DESDE EL MIRADOR ·
Reconozco que me he emocionado escribiendo esta semana. Porque hay historias que superan toda lógica, interés y bolsillo. Y de esas quedan pocasLo leen todo al detalle hoy en LAS PROVINCIAS. José Luis Gayà ha renovado con el club de su vida. Estamos ante un extraño 'One ... club man' que, además de renovar, ha rechazado suculentas ofertas a lo largo de su ya dilatada carrera profesional en el Valencia. Porque, como ustedes ya saben, hay dos tipos de hombre de club. Los que debutan en un equipo -que no tiene por qué ser el suyo- pero su perfil encaja como un guante en ese club y ambos van de la mano hasta el final porque los intereses mutuos confluyen.
Y luego está el jugador cuyo perfil es superior al del club pero su corazón decide por él. Ese es el caso de Gayà. El capitán del Valencia ha tenido ofertas de los grandes clubes españoles y europeos para marcharse y a todos les ha dicho que no. Siempre que no. Le ofrecían mucho más en lo económico y, quizá lo más importante para un jugador que no se mueve por el dinero como él, le ofrecían proyectos deportivos ganadores de todo: ligas, champions... todo lo que un jugador de su nivel puede desear. Pero Gayà siempre dijo no.
Le tentó el Madrid y dijo no. Le tentó el Barça y dijo no. José Luis no veía en ellos clubes en los que jugar sino equipos a los que derrotar. No veía títulos que ganar sino cimas que conquistar. Porque ganar títulos con Madrid, Barça y otros grandes europeos a los que pudo salir es fácil. Lo difícil es escalarlos con su club: el Valencia Club de Fútbol. Ese con el que soñaba cuando era niño. Ese con el que dormía por las noches en forma de manta con el escudo del murciélago. Ese al que su padre llevaba a entrenar cada tarde que podía recorriendo hora y media de carretera para ir y otra para volver.
Con José niño pegando la cabeza en la ventanilla mientras pasaban los eternos kilómetros en busca de su sueño. Con José padre conduciendo a su hijo en los valores que hoy conocemos. Con su madre en casa esperándoles por la noche y con el tete mirando con orgullo a su hermano futbolista.
Así creció ese niño de Pedreguer que tenía un sueño. Peldaño a peldaño. Ascendiendo equipo a equipo de la escuela. Hasta que llegó el día soñado; ese que no olvidas jamás. Tenía 17 años. Yo estaba allí narrando el partido de Copa del Rey para la radio, bajo una incesante lluvia y un césped casi impracticable. Para mí era una ratonera poco agradable. Para él fue el escenario más grande del mundo. Yo no sabía quién era ese pequeñito chaval de la cantera que debutaba ese día y que corría como un demonio. Quizá él tampoco sabía lo grande que sería después.
Y así fue convirtiéndose en lo que hoy es. Rufete apostó por el niño siendo Director Deportivo del VCF y le ayudó de forma decisiva; abrió espacio en el primer equipo con la venta del lateral que taponaba su crecimiento. Esa decisión fue clave. Desde entonces, titular en el VCF, llegó la llamada de la selección y entonces apareció el ruido. Un ruido atronador llegado desde un Real Madrid que llamó a su puerta con toda su maquinaria mediática. Luego el Barça y hace bien poquito el PSG; cheque en blanco para Gayà. Pero no; Gayà siguió diciendo a todos no.
Estamos ante una historia de amor de las que ya no existen. En un mundo corrompido por el dinero e imantado por el poder, nada ha podido con el corazón de aquel niño que apoyaba la cabeza en la ventanilla soñando con jugar en un solo club. Con un sentimiento que fuera de Valencia casi nadie entiende.
Ayer decía 'sigo llorando cada vez que perdemos' porque se niega a aceptar una derrota del Valencia. Sigue diciendo no. Gracias, José.
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