El signo de los tiempos

La joven se baja la cremallera de la bragueta para que se vea un poco de aquello que el barroco encaje negro trata de ocultar. Quiere mostrarse sexy ante su público, con la ayuda de un fotógrafo (lo normal en estos casos es echar mano ... de un amigo) y de otra chica, no aparece en la imagen, encargada de sujetar el bolso y la chaqueta de nuestra protagonista. Transformada en exploradora decimonónica, o en vete a saber qué, forma una visera con su mano y otea un futuro virtual. Así posa, como tantos otros, de toda edad y condición, hacen a diario con la intención de mostrarse ante el mundo y recibir la apobación de una masa etérea de usuarios que desde cualquier lugar del planeta, o de su círculo de amistades, puede pulsar el ansiado corazón del me gusta o comentar esto, aquello o lo de más allá. Puede ser la ropa interior, el plato que ta acabas de comer, el lugar en el que te hallas o la última coreografía en la que has hecho participar a la abuela, que es muy graciosa. Es el signo de los tiempos, que diría Harry Styles. Aunque en su canción no habla del exhibicionismo que nos ocupa sino de a ese extraño sesgo de los humanos que nos hace amar aquello que nos conduce a la catástrofe. O eso entendí yo en su día. Pero no dejo de pensar en lo indefensas que se hallan las personas ante una cámara de fotos y en que si supieran la cantidad de detalles sobre sus vidas, gustos, miedos, pensamientos y deseos que se pueden extraer de una imagen se lo pensarían unas cuantas veces antes de dejar que un extraño las observara. O un algoritmo, que es todavía peor. Nunca imaginamos un futuro tan oscuro para un hecho aparentemente tan inocuo como apretar un botón, ni un destino tan trivial para un arte tan hermoso.