Poco a poco se perfilan las cualidades del ministro superviviente al mandato de Sánchez: fidelidad absoluta, obediencia, prudencia, discreción (sin pasarse) y eficacia al servicio ... de los objetivos del presidente. Si por algo se caracterizan los miembros salientes del gabinete es por la verborrea excesiva e innecesaria, su presencia polémica en medios de comunicación (o, por el contrario, la invisibilidad y la inmovilidad), por la adulación rayana en lo ridículo o por crear fuegos en lugar de apagarlos. No hace falta citar nombres, ahí los tienen a todos, de salida. Toda una lección del manual de resistencia del presidente y aviso a navegantes. La imagen que ofrecía el gobierno de Sánchez en los últimos meses no podía ser peor. Después de sacar la hoz y recortar unas cuantas coles, Pedro Sánchez promete juventud, feminismo, medio ambiente y conexión social; ninguna referencia a los asuntos candentes que han roto la relación entre el gobierno y la sociedad. Una declaración tardía, casi superflua, cuando la noticia corría ya por las antípodas; de nuevo, sin preguntas (hombre de costumbres, poco dado a hablar con la prensa cuando las cosas no van bien o se le quiebra el discurso).
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El gobierno, bicéfalo, tiene una cara más amable, ha soltado lastre. Pero las circunstancias en las que Sánchez llegó al poder, que han quemado al gobierno, son estructurales y seguirán condicionando la legislatura. El barniz de juventud puede ayudar, pero la clave está en los impuestos, los contagios, la gasolina, la electricidad, el gas o las diferencias territoriales. Los grandes supervivientes, los verdaderos apoyos de Sánchez, tiran más bien a vetustos, como Robles (muy sólida, pero cerca de la edad de jubilación) o Grande-Marlaska (el más castigado y no precisamente un chiquillo). Qué decir de Calviño, la roca firme del gobierno, garante del apoyo europeo, o Ribera. Todos por encima de una media de edad que nada significa. Lluvia de juventud y lluvia de mujeres para compensar la salida de Calvo, demasiado combativa; no puede perder el caladero de votos feministas que deja la ley Montero.
En el poder valenciano, cambio de cromos: Ábalos por Morant. Un cambio a peor para reclamar infraestructuras y la regularización de la financiación autonómica. Puig ya escurría el bulto en el tema de la financiación antes de la remodelación. Seguirá callado ante Compromís y sus ganas de editar una manifestación que ahora compromete al gobierno de Sánchez. Nos tendremos que conformar con lo que den de sí los fondos europeos. Sánchez se juega su futuro y no está para bromas.
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