El síndrome del Palau

No sé si han oído hablar del síndrome del Palau. La expresión toma su sentido a partir de la variación en el comportamiento que, en ... repetidas ocasiones, sufren los presidentes de la Generalitat a partir de su segundo mandato. Algo parecido a un 'esto ya está hecho', que deriva en una relajación de las obligadas cautelas con las que todo responsable político debe de conducirse mientras ocupe un cargo. Que se lo digan a la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso, y al contrato por el que su hermano se llevó una comisión. Hablo de no perder los pies en el suelo, de no confundir institución y partido y de no flanquear esa línea roja del 'esto es mio y hago lo que quiero'. A todos se nos puede venir a la cabeza algún caso. Pero esa sensación es exactamente la que dejó la comparecencia el pasado domingo por la noche de Ximo Puig en el Especial Elecciones en Castilla y León de La 1 de TVE. El presidente valenciano apareció en pantalla como invitado, justo después de que se cerraran los colegios electorales y, por lo tanto, sin que se tuviera aún conocimiento de los resultados. Puig por un lado, y el presidente gallego Alberto Núez Feijóo, por el otro. Obviamente, un líder autonómico socialista, quizá el más significado de todos los barones del PSOE, frente al dirigente gallego, el gran líder regional del PP con permiso de Ayuso. Un presidente socialista y uno popular, para comentar los sondeos que habían dado a conocer distintos medios de comunicación. Confrontar visiones, o intentarlo, desde los dos partidos mayoritarios. Todo bien hasta aquí. La sorpresa llega con la imagen. Núñez Feijóo aparece con el logotipo de su partido a sus espaldas 'populares'. Puig, con el escudo de presidencia de la Generalitat en lo que aparentaba ser una retransmisión desde el mismo Palau. Puig, obvia decirlo, está ahí para dar la opinión de su partido, el PSOE, sobre esos primeros sondeos. En ningún caso para valorar encuestas como presidente de la Generalitat, Al líder valenciano no se le cita para que valore si Alfonso Fernández Mañueco ve o no refrendada su posición sobre la reforma del sistema de financiación autonómica y ese argumento que se le ha escuchado decir en alguna ocasión de que Castilla y León necesita dinero para conservar... la Catedral de Burgos. Puig está como dirigente socialista para aportar una valoración de su partido. De hecho, así lo hizo, al hablar de la estabilidad en las instituciones y del crecimiento que los sondeos ya anticipaban para Vox. Puede parecer anecdótico, pero Puig se vistió de presidente para ejercer de portavoz de su partido. Y una cosa y otra son muy diferentes. Porque, como lo primero, representa a los cinco millones de valencianos y a una institución que maneja un presupuesto de casi 30.000 millones. Y como lo segundo, a los ¿16.000? militantes del PSPV. Una opinión muy digna, por supuesto, pero no de la Comunitat Valenciana ni de la Generalitat, sino de su partido. Descuidos como éste son los que un veterano del PP valenciano identificó en su momento como eso de caminar «un metro por encima del suelo». Llega un momento, quizá cuando dejas de apreciar el esfuerzo que te ha costado llegar, que se pierde cierto contacto con la realidad. Y te pones a hacer anuncios de fibra de internet cuando el precio de la gasolina y de la luz está por las nubes, y crees que con una cosa compensas la otra. Y sí, a veces quedarse quieto puede ser la mejor opción para no naufragar. Pero algunos patinazos son los que mejor enseñan el cambio de actitud de un dirigente político. El acomodamiento, el 'esto da igual' se acaba traduciendo en confusiones que luego tienen consecuencias. También electorales.