Repasando las figuras literarias en Lengua -cosas de padres-, está el epíteto, ese adjetivo innecesario que sirve para enfatizar una cualidad del sustantivo. Y me ... da que sobran epítetos en los nuevos currículos de la ESO, innecesarios pues son cualidades propias de la escuela, de la educación, que se usan por el gobierno para enfatizar su agenda y su insistencia competencial.
Así, las asignaturas se llenan de referencias igualitarias, de resolución de conflictos, de sostenibilidad, de ética, de educación afectivo-sexual y de cuestiones comunes alejadas de la materia. Una escala de valores 'democráticos' embutidos en las matemáticas, Lengua, Historia y demás. La reducción de los currículos anunciada ha sido más bien una sustitución: valores y competencias en lugar de listas detalladas de saberes.
Lo llamo epítetos porque la educación en valores es propia de las escuelas y no habría necesidad de que figuren en los currículos. No hay colegio no igualitario, ni que promueva el bofetón para resolver conflictos como en los Oscar, ni que fomente quemar bosques o maltratar animales, etcétera. Sí que hay centros que quizás cuando hablan de igualdad, educación sexual y otras cuestiones no dicen lo mismo que la ministra o ministro del ramo. Los nuevos currículos no listan los saberes para dar autonomía al docente, se dice; en cambio, sobre los valores agudizan el detalle, supongo que para restar ese margen que se da en los conocimientos.
Por un lado, hay una tendencia de décadas por la que la escuela siente vergüenza por ser específica y el docente temeroso por ser libre. Solo un ejemplo, por no extenderme en este punto: es más habitual escuchar 'escuela concertada' que 'escuela católica', siendo lo mismo en muchos contextos, como si en esto de educar pusiéramos en el centro el dinero y no los valores o lo católico se reserve al currículo de Religión.
Ésta es la paradoja de los nuevos currículos de la ESO, que pretenden fomentar el espíritu crítico acotando los significados, lo que sustituye las dudas por las certezas. En suma, acerca el espíritu hacia la doctrina y no a la crítica. La Filosofía, así, queda a la decisión de las autonomías, y sus contenidos se recogen en Valores Cívicos y Éticos, un nombre más asertivo -sobre lo que hay que pensar- que reflexivo -cómo pensar-. Filosofía se refuerza en Bachillerato, lo que aumenta el desencuentro entre obligatoria y postobligatoria.
Se ve bien esto en otro de los puntos polémicos de los nuevos currículos que es la eliminación de las calificaciones numéricas, donde ya no habrá cincos sino aprobados, ni sietes sino notables. Vale si se piensa que la neolengua construye una nueva realidad. Sin embargo, es una pretensión un poco tonta, en dos sentidos. En la práctica docente, mientras no se modifique la evaluación basada en controles, pruebas, ponderaciones y trabajos: notas y notas que confluyen en una media y, ahora, esa media en una equivalencia alfabética.
Segundo, porque la escuela clasificatoria existe, por mucho que se quiera aislar la Obligatoria. Existe y da paso a la vida clasificatoria, como bien sabe ese interino que al tiempo que dejará de usar los números en sus calificaciones, recuenta sus décimas de méritos para las oposiciones. Así que para la organización escolar, este cambio es incluso molesto, pues en la admisión de alumnos de Bachillerato, por ejemplo, se toma en cuenta «la nota media obtenida en la ESO», y en la universidad o FP se discriminan ¡tres décimas! para decidir las notas de corte.
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