Sobre mi derecho a ser político y escribir novelas
UNA PICA EN FLANDES ·
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El próximo miércoles se publicará mi nueva novela y, antes de que eso ocurra, ya recibe ataques de algunos que, sin haberla leído, ni siquiera aguardan a que esté a la venta. ¿En las redes sociales? Sí, pero también en la prensa. ¿Y por qué? Pues porque soy político y en España los políticos no pueden ser escritores. Tampoco ningún oficio serio. Nada, en España los políticos no pueden ser nada, sólo culiparlantes en el Congreso o cacatúas en las entrevistas. Resulta devastador escuchar a esos mismos jóvenes brillantes que tanto se oponen en la radio a la cultura de la cancelación, o sea, a lo de censurar la obra de un autor porque en su vida privada fue un machista, promover, sin embargo, que la ficción escrita por un político sea catalogada como obra risible, así, de entrada, por proceder de quien procede. ¿Un ensayo?, se podría aceptar, bajo la sospecha de que hay un negro detrás, claro; ahora bien, una novela..., ¿qué hace un político tonto atreviéndose con una novela?
Ya me pasó con la anterior. 'Ellas' es una historia de amor y, como en todas las de amor, en su argumento hay sexo. De sus más de 500 páginas entresacaron entonces los dos párrafos en que se utiliza la palabra «coño» y, sin leer una línea más, cientos de opinadores, alguno al que usted escucha indignarse en defensa de la libertad de expresión (la suya), decretaron que era una novela pornográfica. 'González Porn' me llamaron. Fin del recorrido mediático de una obra a la que, sin embargo, por fortuna, los lectores concedieron un par de ediciones. Si un político escribe una historia de amor ha de ser cursi, entendí. Escandaliza que los políticos hablen de sexo y llamen al secretito por su nombre en castellano. ¡Hipócritas! 'González Porn regresa', claman ahora. Se predisponen a prejuzgar sin leerme porque escribir es de listos y los políticos..., ya se sabe. Pero yo no me callo.
Y precisamente para no callarme he escrito 'El escaño de Satanás', para contar cuánto de mendaz y ridícula es la vida pública en España. Habrá quien se exprese de otra forma, pero mi lenguaje es la literatura y cuando necesito trasladar una idea recurro a ella. Como buen valenciano, las metáforas me salen falleras, lo sé, pues la que articula este libro también. Mi tesis es que en España los monstruos no surgen de los extremos, sino del pozo que se abre en el centro político cuando desaparecen los puentes que nos unen, cuando nos embestimos. Y de eso va 'El escaño de Satanás'. Por favor, léanlo antes de condenarme. En Madrid no sé, pero en Valencia es tradición que los políticos escriban novelas. O lo era.
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