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Ni las denuncias previas de Soledad, ni la orden de alejamiento de su exmarido, sirvieron para salvar su vida. «Me ha dicho que me va a matar». Ella había dado el difícil paso de denunciar a su agresor ante las autoridades relatando esas amenazas de ... muerte. Estaban al tanto en la Oficina de Atención a las Víctimas de Delitos de Género del Juzgado de Sagunto y el Área de Igualdad del Ayuntamiento de Sagunto. Soledad hizo una entrevista personal contando su calvario y su expediente fue calificado como de riesgo bajo. Unos días después el maltratador la mató en su domicilio. Soledad murió asesinada, desasistida por el sistema al que había pedido auxilio. Un sistema que, aunque se sirva de algoritmos, está controlado por personas. Porque el sistema se refiere a los protocolos y a las personas que velan para que éstos se cumplan. Y todo eso le ha fallado a Soledad. En los últimos días han admitido la grave equivocación desde la Delegada del Gobierno en la Comunitat Valenciana hasta la ministra de Igualdad pasando por el Poder Judicial. «No nos podemos permitir que una mujer que ha denunciado, que ha pedido ayuda, muera asesinada». Esto decía la presidenta del Observatorio de Violencia de Género y Doméstica del CGPJ, Ángeles Carmona. Ha pasado más de una semana y aparte de lo obvio no se han producido más explicaciones. Las autoridades, todas, deberían pasar de la generalidad a la práctica de algún tipo de propósito de enmienda. Podrían empezar por atender las quejas de las asociaciones de víctimas que critican la falta de empatía del método VioGén y piden que se controle más al maltratador puesto que, normalmente, los seguimientos policiales se suelen ejercer sobre la víctima y no sobre el agresor.
Desgraciadamente no es la primera vez que un maltratador con orden de alejamiento mata a una mujer. Ionela contaba con esa supuesta protección, había denunciado varias veces a su pareja pero él acabo con su vida en presencia de los dos hijos pequeños de ambos el pasado 31 de diciembre en Madrid. No hay palabras para describir el dolor irreparable de las víctimas y de sus seres queridos. Ahora mismo hay muchas mujeres padeciendo violencia de género que se debaten en el dilema de denunciar o no. Si llamar o no a ese teléfono que tanto se anuncia en los medios de comunicación y no deja rastro en la factura, el 016, para denunciar el maltrato que sufren y a continuación ponerse al amparo de las administraciones que, según garantizan en los anuncios, velarán por su seguridad.
Si no se depuran responsabilidades ante los graves errores cometidos en el sistema VioGén, ¿qué avales de seguridad se ofrece a las víctimas para denunciar a sus agresores? Ellas no son números en una estadística, son vidas en peligro que hay que proteger a tiempo.
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