La ministra Montero defiende a capa y espada su ley del 'sólo sí es sí'. Rectificar es de sabios. Pero la máxima no parece ir ... con ella. Se enroca en una norma que hace dar palmas a decenas de delincuentes sexuales que van a ver cómo sus penas se reducen y que en el peor de los casos les va a abrir la puerta de la cárcel. Porque eso no es ningún bulo pese a que muchos insistan en decirlo. La nueva norma ya ha sacado de prisión a un profesor de Madrid que abusaba de sus alumnos. ¿Por qué? Porque se ha eliminado el artículo 182 del Código Penal que tipificaba los abusos sexuales sobre jóvenes entre 16 y 18 años mediando el engaño, el exceso de confianza o una posición de autoridad. ¿Por qué? Porque ahora todo gira en torno al consentimiento, el manido 'sólo sí es sí y el incluir todos los abusos dentro de la categoría de agresión sexual. Y lo que pasa es que hay delitos que desaparecen y hay penas que se reducen. O lo que es lo mismo: zapatero a tus zapatos. Es lo que pasa cuando los políticos se ponen a hacer de legisladores sin atender a los expertos juristas que deben hacer de oráculos del tema. Lo que pasa es que la cagan. Y una norma pensada para proteger a las mujeres las acaba dejando a los pies de los caballos.
Señora ministra, lo que yo le diría es que «sólo dimisión es dimisión». Usted aludía a que esta ley nos iguala con la «civilización y democracia» de los países europeos de nuestro entorno. Pues sepa que en ese 'entorno' del que usted habla, ya no estaría en el Gobierno. Habría dimitido. O la habrían cesado. Pero en 'Españistán' todo vale. En Europa no se andan con chiquitas con estas cosas. En el Reino Unido, un lord inglés dimitió por llegar dos minutos tarde (dos) al Parlamento. El ministro de Exteriores canadiense Maxime Bernier se marchó al olvidarse unos documentos confidenciales de la OTAN en casa de su novia. El presidente húngaro Pal Schmitt dejó su cargo al descubrirse que sólo 17 páginas de su doctorado eran originales (¿le suena a Pedro Sánchez?). El colmo quizás llegue con una ministra de Familia del estado alemán de Hesse. Dimitió al creer que su separación matrimonial le restaba credibilidad a su cargo.
¿Que una ley de la ministra de Igualdad crea desigualdad para las mujeres al suponer un mejor trato penal para sus violadores? Nada, qué más da. Doña Montero se envuelve en la bandera del feminismo para no reconocer su monumental desacierto al no escuchar a los jueces que la avisaron de lo que se avecinaba.
Por mi profesión he conocido a muchas mujeres violadas. Sé el infierno que pasan con los hechos. El suplicio de tener que repetirlos ante la policía. La pesadilla de pasar infinidad de tests psicológicos para justificar que no mienten. Para comprobar que no tienen una personalidad inventiva. Sé lo que es que vivan ahora acongojadas porque el violador salió de prisión. Recibir cada cierto tiempo la llamada de la policía para controlar que todo va bien. Que no han visto al desalmado por la zona. Para advertirle los agentes que por su posicionamiento de móvil se ha acercado por las zonas en las que se mueven. Sé lo que es que sigan viviendo demasiado a menudo con el alma en vilo. Conozco el camino de espinas por el que tienen que transitar hasta que se dicta la sentencia contra el agresor. Evitando incluso declarar en el juicio para no tener que revivir lo ocurrido, aunque la pena acabe siendo menor para el violador. Un suplicio vital para que luego venga una ley y le abra la puerta a su agresor. Y que nadie dimita por estas infamias.
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