Urgente Tormentas de lluvia y granizo descargan sobre Valencia: Previsión de Aemet para las próximas horas

Hacía mucho -años- que no me decepcionaba tanto un resultado del Valencia sobre el césped como el del pasado sábado en el Metropolitano. Porque uno ... es periodista y tiene un equipo por encima de cualquier otro, la verdad. Pero otra cosa es no querer lo mejor para el equipo de fútbol al que sigues toda la vida. Ambas cosas son compatibles y, como siempre digo, si al VCF le va bien se venden más periódicos, se escucha más la radio deportiva y se ven más los partidos en TV. Y se va mucho más al campo, por supuesto.

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Mi decepción no encuentra parecido desde el despido de Alemany y Marcelino. Porque los dos años de este tándem fueron de ensueño hasta el final. Hasta la final. Quizá, ya en época oscura, el Atalanta-Valencia de Champions fue otro gran golpe para todos. Pero el Covid 19 aterrizó en nuestras vidas esa semana y no recuerdo mucho más que el virus de aquel 4-1 de Champions en San Siro. La última eliminatoria, por cierto, que jugó el VCF en Europa, en febrero de 2020. Pero aquella derrota se veía venir con un Valencia, el de Celades, que venía haciendo el ridículo por cada campo desde que había comenzado el año. Así que lo del domingo fue diferente para mí.

Analizado con el paso y la perspectiva de los días ¿por qué la decepción de la derrota 3-2 ante el Atlético de Madrid removió de nuevo mis cimientos emocionales? Porque hacía muchos años que no veía al VCF tan cerca de volver a lo que siempre fue. Bordalás ha recuperado la histórica competitividad del VCF, la garra, el esfuerzo, la pelea y la comunión con la grada. Con una plantilla bien justita por culpa de Lim ha sido capaz de hacer creer al grupo en cotas superiores a la mediocridad de los últimos años y tiene al equipo metido en la pelea europea vía Liga y en cuartos de Copa a un paso -vía Mestalla- de semifinales. Y llegaba al Metropolitano tras empatar con el segundo de la Liga -con el que, hoy, hay una distancia sideral- y ganaba 0-2 al descanso en casa del cuarto de la Liga, en casa del campeón. Clasificación en mano, hasta la llegada del descuento el VCF estaba a un punto del Atleti, a un punto de la Champions. Tan cerca...

Mi decepción con la derrota en el Wanda no halla parecido desde el despido de Alemany y Marcelino

Esa cercanía de la gloria robada por Meriton me hizo soñar con un regreso antes de lo previsto al lugar que el VCF debe ocupar por historia, vitrinas y afición. Y, supongo que por eso, el maldito descuento supuso una bofetada de la que me costó remontar anímicamente. Para qué mentirles.

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Pero el sentimiento de decepción por la derrota -sólo eran tres puntos y en un campo muy difícil- se fueron tornando en rabia e indignación con el paso de las horas. Perder es parte del fútbol pero por qué se pierde es el telón de fondo. Y el VCF perdió en Madrid porque su dueño tiene abandonado al equipo. Porque Lim no autoriza reforzarlo para asaltar de verdad la zona Champions esta temporada. Porque le da igual si el entrenador se indigna porque no le dan armas para mejorar mientras sigue pagando millones de euros a un mentiroso compulsivo metido a Monchi de pacotilla. A Peter no le importa nada. Y eso no hay Bordalás que lo compense ni descuento que lo impida. Por eso estoy tan enfadado. Veo al Valencia tan cerca de todo que la gestión de Meriton solo me genera frustración. Porque con un poquito -solo un poquito- de atención al primer equipo y al entrenador podría ser suficiente para sumar esos puntos de más que diferencian al décimo del cuarto. Siete puntos, en este momento, que eran solo uno a las 22.30 horas del pasado sábado. Solo uno. Solo diez minutos de diferencia. No pedimos tanto.

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