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Nos vamos de vacaciones con la campaña electoral en efervescencia. Ocurre en política como con las ventas de Navidad: se adelantan tanto que chocan con ... las rebajas de agosto y ya no sabes si estás comprando el turrón para las próximas fiestas o las anteriores. Quizá, como sugiere Bauman al hilo de la modernidad -y corroboran los signos del cambio climático-, también las estaciones son líquidas. Pero más seguramente el adelanto sucede, en política, porque a medida que pasan los meses aumenta el riesgo de que el precio del voto, animado por la carestía de la vida, alcance niveles estratosféricos. Los partidos tocan a rebato. El último CIS de Tezanos, que daba la victoria al PP, ha dado la voz de alarma. El partido de Feijóo llega recompuesto, el «timing» le ha sido favorable. Sánchez, Belarra y Díaz se rearman en plena campaña.
El instinto primitivo que despierta la lucha se adivina en los arquetipos de la evolución: hay políticos cazadores y políticos recolectores, lo que a su manera advierte Morris en «El mono desnudo»; no en vano somos herederos genéticos de nómadas y agricultores. El cazador actúa con rapidez, juega con el factor sorpresa. Tiene los recursos, las herramientas y la información. Poco de sutil. Apunta a todo lo que se mueve con un arma muy efectiva, la medida electoralista diseñada al milímetro para capturar segmentos de voto, a partir de un gran entendimiento del ecosistema y sus especies: para los jóvenes el bono cultural, para la izquierda alternativa el impuesto a la banca. Restar. Yolanda, recolectora, atrapada haciendo sumas, necesita tiempo: hay que sembrar primero para recoger. Llega tarde; el cazador, nómada, se cobra las piezas al instante.
La oposición lanza semillas en la Comunitat, preparando el camino a Mazón, que necesita aumentar su visibilidad en el entorno local. Hace unas semanas era Gretel -Ayuso- quien dejaba caer entre migas que el problema de la Comunitat se sienta en el Palau de la Generalitat; Hansel-Feijoó paseaba el viernes su decálogo para el turismo en Benidorm contra la tasa turística. El tripartito, que ha firmado una tregua, es el cazador cazado, y las reivindicaciones históricas de los valencianos, su gran baza, se han enfriado en el curso político. En otra liga, adivinándose sin opciones, Ribó ha puesto en marcha el ritual del harakiri acelerando a la desesperada la licitación de gravosas y controvertidas obras que restan votos, como la muralla china en miniatura que, a modo de carril bici, recorre la ciudad; infraestructuras críticas, en plena ola de calor, abandonadas. Cuidado con los golpes de calor.
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