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La oposición al Plan de Acción Territorial de la Vega Baja (PATVG) por parte de la mayoría de los agricultores de la comarca debe servir ... de advertencia sobre lo que significan en la práctica normativas de protección que en principio pueden parecer tan positivas sobre el papel, cuando en realidad conocemos, por actuaciones anteriores, que representan la imposición de restricciones y trabas burocráticas que impiden o dificultan actuaciones hasta ese momento normales y, por tanto, frenan la viabilidad de las explotaciones, ya de por sí muy lastrada por los bajos precios de las cosechas y el alza imparable de los costes de producción.
Un ejemplo reciente está en l'Horta de Valencia, donde la ley de protección frena inversiones necesarias para el desarrollo y la modernización de la agricultura. No se pueden montar invernaderos, ni ampliar construcciones necesarias para el normal desarrollo de la actividad. Ni siquiera se permite colocar paneles fotovoltaicos. Mucho menos construir secaderos de chufas, pese a ser un cultivo exclusivo de la comarca.
Cuando Asaja advierte, en sus alegaciones al plan de la Vega Baja, que «el exceso de figuras restrictivas y las trabas burocráticas que plantea para las actividades primarias» lo convierten en «un nuevo atropello al sector agrícola y ganadero» y en «una condena al desarrollo agropecuario», podría parecer que estamos ante la exposición de conclusiones algo exageradas, de algún modo habituales en estos casos, cuando se trata de alegar en contra de unos máximos de planes oficiales, pero tenemos ejemplos anteriores que indican claramente que no hay exageración. En el caso de l'Horta hay un dato revelador que lo resume todo: el precio de la tierra ha caído a mínimos inauditos. Una hanegada en la huerta que valía varias decenas de miles de euros puede valer fácilmente hoy solo dos o tres mil euros, menos que en otros municipios o en áreas fuera de la zona protegida y sin ningún componente urbanístico futuro.
Muchas veces la protección agrícola es una figura retórica del planeamiento territorial que encierra la trampa de un freno a la actividad, y en los PGOU de muchos municipios hay también ejemplos de lo mismo: bonitas intenciones que se traducen en infiernos de burocracia para el agricultor, hasta agotarle.
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