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No me quito de la cabeza a Paula. Escuché su historia el otro día. Su deseo: poder vivir siempre en su barrio. Vivir en su ... casa. Quiere esquivar su posible destino en una residencia a favor de preservar la casa en la que ha crecido. Caminar por las calles de siempre. Con las personas de siempre y saludarlas al cruzarse con ellas. Porque se reconocen. Cumpliendo cada día con sus hábitos y rutinas. Una aspiración compleja aunque en apariencia pueda parecer sencilla porque Paula convive con una discapacidad intelectual.
El anhelo de Paula, su historia, ejemplifica el reto al que se enfrentan muchas personas y familias en nuestro país cada día. Hacer realidad su sueño -y por extensión el de todos a quienes su aspiración representa- es uno de los objetivos que se ha marcado el movimiento asociativo Plena Inclusión en su lucha por los derechos de las personas con discapacidad intelectual y del desarrollo en toda España. Representan a más de 150.000 personas. Cada diez años se reúnen para marcarse nuevos retos, reflexionar, escucharse y avanzar. No son los únicos y saben que no están solos.
Desde que la educación en España se dividía entre niños educables, adiestrables y asistibles hemos avanzado mucho asegura su responsable Enrique Galvan. Pero debemos hacerlo todavía más.
Y el nuevo impulso para afrontar la próxima década lo dieron hace unos días en Valencia. Sin cámaras de televisión ni la atención mediática que realmente merecen. Yo tuve la suerte de poder asistir por cuestiones de trabajo. Y me sentí afortunada por poder estar. Porque allí se escucharon muchas historias importantes, relevantes como la de Paula, que deberían movilizar conciencias. Nuestra calidad como sociedad se mide así. La igualdad real a la que tanto parecemos aspirar empieza aquí. Se compartieron experiencias, dificultades y anhelos comunes de personas y familias que se enfrentan a una vida aún más compleja de lo normal. Y debemos hacer posible la respuesta para el sueño de todas las Paulas. Sin discursos sensibleros, por puro egoísmo, porque todos podemos ser Paula.
Nuestra sociedad debe ser capaz de ofrecer un modelo de servicios de apoyo personalizado, suficiente y accesible para las personas que tienen alguna dificultad. Valorando sus talentos. Ofrecerles más oportunidades de formación. Romper esa brecha digital que no sólo perjudica y complica la vida a los más mayores. Usar los beneficios de la tecnología para que su vida sea más fácil y accesible. Evitar la sobreprotección. Facilitarles herramientas que les permitan orientarse mejor con pictogramas y redacciones mas sencillas. Garantizar que puedan vivir en entornos de proximidad a su red de apoyos. Como el barrio de Paula. Pequeños cambios sociales facilitadores.
Muchos tenemos una Paula cerca y podemos intuir las incertidumbres inevitables que su futuro genera irremediablemente en sus familiares cuando no puedan estar para cuidarles. Hagamos posible que puedan vivir gobernados por si mismos cuando sea posible. Sin perseguir utopías ni quimeras pero luchando para mejorar las cosas.
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