Fachry Zella

Superliga, diamante de sangre

El pobre sigue pobre y el rico se hace más rico. Lo cantó Leonard Cohen en 'Everybody knows'

Damià Vidagany | Director general-CEO VII Sports Premium Consulting

Martes, 20 de abril 2021, 07:34

Todo el mundo sabe que el ser humano ansía atajos, busca la riqueza y si es con el mínimo esfuerzo y tiempo posible, mejor. La Superliga europea es una solución cortoplacista a la condición deficitaria de los grandes transatlánticos. Doparía financieramente en el corto plazo a sus integrantes, pero acabarán devorados en el medio plazo por la termita que les ha consumido. Ese axioma a quien nadie le pone el cascabel. Todo el dinero que entra en un club va a los futbolistas. La inflación de precios de los jugadores, sean o no determinantes. La misma que ha llevado a Barça, Juventus, Atlético, Inter, Milán y compañía a una situación de desequilibrio, pese a sus notables ingresos.

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Si los grandes sólo compiten contra los grandes, alguno dejará de serlo. Todo el mundo no puede ser igual de rico en este golpe de estado del que Florentino Pérez ha sido el cerebro, junto a Agnelli. Confiado en su gestión, reacia a la hora de entregar el poder al jugador, tras su demostración de fuerza con CR7 y Ramos. El presidente de ACS cree que su forma de ver el 'bussines' le hará ser el mejor de los mejores, con el Nuevo Bernabéu a punto de alumbrar mayores ingresos recurrentes y su potente saneada marca, considera que marcará diferencia para firmar a nuevas estrellas. ¿Bailarán los demás al son de su canción? ¿Si sus rivales económicos también crecen y no puede atraer a los cracks... es tan infalible su plan?

La nueva competición es muy atractiva, sí. Pero pone en riesgo la supervivencia del fútbol ajeno a ella. La factura televisiva de las Ligas bajaría y acabaría destruyendo la economía de todos sus integrantes y el fútbol base, al que LaLiga financia con parte de sus beneficios. Los ingresos comerciales, el 'ticketing', el retorno en inversión a 'sponsors', todo irá cuesta abajo. Se dan casos paradójicos como el de algún 'sponsor', como Movistar, por ejemplo. Paga una fortuna al Real Madrid y puede ver comprometido su viabilidad como plataforma 'right holder' o alterada su rentabilidad si para comprar los derechos de esta competición debe pagar lo que no genera. ¿Podrá el español medio, en tiempos de crisis, asumir un recibo futbolero más caro? ¿Qué será lo próximo? ¿Jugar en Andorra para evitar fiscalidad? Alemania ha rechazado de plano la Superliga. ¿Seguirá Audi, accionista del Bayern, apostando por el Club blanco? Me descubro ante los gestores de PSG, Bayern o Dortmund. O ante los fans de Chelsea y Liverpool, contrarios a este magnicidio deportivo. El valor es declinar ser miembro de la élite, no el enfadarse cuando no eres bienvenido.

Por otro lado, debe invitar esta crisis a una reflexión a la contraparte ¿Puede ser una oportunidad de mejora? Utilizar este pulso para corregir derivas. Si el fútbol debe ser del aficionado, que lo sea. Empezando por los horarios, que deben racionalizarse. Siguiendo por esa cuestión que aplatana la Liga: la falta de una clase media aspirante a crecer, no sólo a permanecer. Un inmovilismo que repercute en el juego. Hay equipos que rechazan exponer y atacar. La mentalidad es la de sumar 38 puntos, o 37 o 41, los que hagan falta para quedarse en Primera. Pero no la de ir ganar al rival. Ni en su propio estadio. Una presión histórica que sí obliga a Deportivo, Zaragoza y otros muchos… clubes históricos que purgan gestiones anteriores, estrangulados por su deuda o la normativa de control.

No se puede llevar a Tallin a jugar un derby madrileño, ni una final de UEL entre Arsenal y Chelsea a Azerbayán. Ni jugar un Mundial en invierno, cortando las competiciones locales a cambio del dinero qatarí, lo que enlaza con la laxitud del fair play financiero a los clubes-estado. Ni diseñar una Nations League recaudatoria e insípida, ni una Champions política sin emoción, donde en cada grupo hay dos equipos buenos, uno flojo y otro pésimo producto de ese cambio de rutas de acceso, como lo fue segregar la ruta Liga y la ruta de campeones de países con poco nivel.

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En realidad, nadie que no trabaje para los intereses de los clubes implicados puede estar de acuerdo en una SuperLiga casi cerrada que amenaza en convertir el fútbol en un coto más oligárquico aún, alejándolo de su espíritu primigenio. Una pequeña ciudad, por un día, podía ganarle a una más grande. Así nació. Sin embargo, tampoco juzguemos con severidad a quienes escarban en el barro buscando el diamante de sangre. Todos tenemos pecados. ¿Qué fue, si no acaso, la llegada de Lim al Valencia más que un atajo hacia la riqueza prometida? Una venta de tus tradiciones y valores, del alma, al servicio de una mejora financiera, buscando El Dorado de la élite europea. Cuando algo es demasiado bueno para ser verdad, no existe. Y si existe, te consumirá… hasta el arrepentimiento.

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