Siempre ha mirado por encima de la montura de las gafas como nadie. Rodrigo de Rato y Figaredo descuenta los días para entrar en prisión por disfrutar y permitir a sus compañeros de consejo en Caja Madrid practicar una apropiación indebida continuada de fondos de la entidad a través de un sistema «ilegal» y «opaco» con unas VISA 'black'. Concretamente, pasó la tarjetita para levantar 44.217,47 euros cuando sólo comandaba Caja Madrid y, ya como presidente de Bankia, 54.837,12 euros.
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En trincar lo que se dice trincar a fajos vía cajero se agenció 17.300 euros, mientras que el resto fue para billetes de avión, instrumentos musicales (siempre ha sido muy tuno) o suscripciones a canales de televisión, además de en gasolineras, hoteles, clubes de golf o restaurantes como los estupendos Casa Lucio, Diverxo y Embassy.
Hay quien justifica que «total son algo menos de 100.000 euros» y que los devolvió. Sin embargo, hay que añadir que esto último sólo pasó cuando le pillaron y que, sin contar a su antecesor, el difunto Miguel Blesa, permitió que los consejeros se gastaran 15,5 millones de euros en restaurantes, grandes superficies, hoteles, tiendas de ropa o joyerías. Como la gracia está en los detalles, es curioso ver cómo de este ya imponente volumen medio millón se lo gastaron pagando la lista de la compra del supermercado; cerca de un millón para ponerse guapos a lo Pretty Woman con ropa y complementos; millón y medio de euros en comilonas; algo más en grandes superficies y dos kilitos largos en desplazamientos y viajes.
Por si esto no daba para una vida padre, otros cinco millones salieron en efectivo... otra vez a través de cajero, pese a que habría sido mucho más sincero que los hubieran metido en sacas y hubieran salido corriendo del consejo con una media en la cabeza para saltar a un coche con el motor en marcha. Lástima que esta vez la realidad no haya imitado el cine, porque así nos habríamos dado cuenta antes.
Sin embargo, lo que resulta más inquietante es que toda esta remuneración fue a espaldas del fisco y que todo un exministro de Hacienda se pasara su compromiso público (y el que impuso a los contribuyentes durante su mandato) por el Arco del Triunfo y no sólo no hiciera nada para frenar el desaguisado que había comenzado antes de su llegada sino que se subiera al carro. Debió pensar que éste era su nuevo papel en una trama en la que sigue sin considerarse responsable, como demostró en su comparecencia ante el Congreso de los Diputados y durante la cual despachó las causas del desplome de Bankia con un «es el mercado, amigo».
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Ahora tendrá que adaptarse también a los hábitos carcelarios y encajar en un ambiente que poco se parece a los establecimientos en los que tan generosamente pasaba su tarjeta. Bueno, «es el talego, amigo».
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