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La televisión, la radio, la prensa en general no ayuda precisamente a que nuestra salud mental sea la ideal, al contrario. Sentarse frente al televisor para ver un telediario nacional es un ejercicio de alto riesgo en el que podemos acabar gravemente tarados. Desde el principio y hasta el final, no hay noticia que no vaya referenciada al Covid-19. Echo de menos alguna noticia que no lleve el apellido de 'coronavirus'. Cualquier cosa, de verdad. ¿Por qué no hablan de la berrea? Ya no se comenta que estamos en plena época de celo del ciervo que, con su reclamo sexual, intenta conquistar a las hembras. ¿Dónde están esos documentos sonoros con ciervos desgañitándose en la Sierra de Cazorla?. Fuera bromas, cuando un profesional de un medio de comunicación, como es mi caso, toma la decisión de no prestar atención a ningún telediario, algo no estamos haciendo bien. Es imposible escuchar una noticia amable, diferente al puñetero coronavirus, algo que se salga de la dinámica que vivimos desde hace muchos meses. Y eso, día a día, mes a mes, nos va tarando.
Poco a poco nos van metiendo el miedo en el cuerpo. Ese virus, el del miedo, es de los peores que podemos contraer, mucho más dañino que el propio Covid-19.
Me consta que hay un gran número de gente mayor confinada en sus casas, abuelitos, muriendo poco a poco por miedo a no salir a la calle, con imposibilidad de acudir a su médico para recibir el tratamiento que necesitan.
Nos invade el miedo a salir a comer con los amigos o la familia a cualquier restaurante, miedo a ir al cine o al teatro, miedo a salir un fin de semana o de vacaciones. Sin olvidar que, además, han desaparecido muchas de nuestras costumbres cotidianas que nos alegraban la existencia y daban sentido a la vida: un abrazo, un apretón de manos, el compartir un plato de bravas, celebrar las fiestas del pueblo o las Fallas, de la manera que siempre lo hemos hecho.
Toda esta felicidad la han eliminado de un plumazo y no sé si somos realmente conscientes de ello. Tu cabeza, la mía, la de todos, no estaba preparada para una pandemia, ni nuestros responsables políticos para afrontar la salud mental de mayores, medianos y pequeños. Ahí están los botellones y celebraciones masivas. Sabemos que estas actuaciones no proceden pero tienen base humana que pseudo-argumenta los actos de estos irresponsables.
El resto, mejor o peor, procuramos mantener las normas establecidas. Es necesario que todos asumamos que tenemos una enfermedad, que nos estamos tarando y que nadie hace nada para evitarlo.
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