![El tenis como metáfora](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202207/03/media/cortadas/171459255--1248x1888.jpg)
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El tenis siempre fue un deporte elegante, diferente a todos los demás. Para empezar, porque no había contacto físico entre los contrincantes, nada que ver con el fútbol, el balonmano o el baloncesto, no digo ya con el rugby, el boxeo, el judo, el kárate... ... Dos, o cuatro, jugadores, separados por una red sin tocarse más que al final del encuentro para darse educadamente la mano. Para continuar, por la vestimenta. Los dos de blanco; pantalón, polo, calcetines y zapatillas, sin más alardes, sin colores, sin complementos, sota, caballo y rey, todos iguales, distintas marcas. Y para finalizar, porque el público era como el de un teatro, correcto, simples espectadores que aplaudían a uno o a otro en función de lo que veían, sin fanatismos. Salvo, es cierto, la Copa Davis, donde no jugaba fulanito o menganito sino España o Australia.
Pero de repente todo se torció. O empezó a estropearse. En qué momento exacto es difícil saberlo. Tal vez fue con aquel excéntrico norteamericano, John McEnroe, tan genial dentro de la pista como insoportable. Protestón, grosero, antipático. También desapareció la uniformidad en los atuendos, llegaron las cintas en el pelo, las camisetas de colores, más tarde las sin mangas... Y el respetable abandonó su papel pasivo y tomó partido por unos y por otros, ruidosamente. Ahora nos encontramos con tenistas que rompen raquetas al perder un punto, que chillan enloquecidos, como la niña de 'El exorcista', que maltratan a los recogepelotas y se enfrentan al árbitro o a un juez de línea, que se encaran con los aficionados e insultan y menosprecian a los periodistas. Algunos, de forma sistemática, como un tal Kyrgios, del que no sé si ha ganado alguna vez algo pero del que he podido contemplar toda una galería de desplantes y salidas de tono más propias de un pandillero chuleta que de un deportista de élite.
Entre un partido de hace cincuenta años y uno de ahora hay un abismo no sólo por la fuerza y la intensidad con la que se juega hoy día sino por la actitud que muestran los contendientes, por su forma de vestir y de comportarse en la pista, por su relación eon el público y con los medios de comunicación. Por todo. La elegancia del tenis desapareció, no de un día para otro, de golpe, sino poco a poco, con la relajación de las costumbres, de los protocolos, con la sumisión al mercantilismo que todo lo puede, con la emulación de otros deportes que pueden ser más apasionantes y mucho más viscerales, como sin duda es el caso del fútbol, pero que carecían del glamur del de la raqueta.
El tenis no es más que la metáfora del mundo que se ha ido y no volverá y que ha dado paso a otro que no acaba de llegar. Pero que mientras lo hace deja muestras de una preocupante y acelerada pérdida de referencias estéticas, protocolarias, procedimentales. Y son importantes. Lo son porque muestran un respeto a las reglas, a la legalidad, a las instituciones. Es curioso observar cómo la entrada de atuendos diversos entre los tenistas ha ido pareja al incremento de incidentes desagradables. ¿Egos desmedidos? Una toga en un tribunal no es una prenda estrafalaria, una antigualla, un estorbo. Es un símbolo del importante papel que los abogados, los fiscales y los jueces y magistrados desempeñan en un juicio. Es algo más que una cuestión estética o de pervivencia de una tradición. No es sólo forma, también hay fondo. Lo hay en los uniformes de los militares y en las vestiduras litúrgicas de los sacerdotes o en los atuendos de gala de las ceremonias de Estado. Todo tiene un sentido y se hace por algo. Las normas en la mesa, los saludos de cortesía, el comportamiento correcto siempre y en todo lugar, la atención preferente a los mayores, el cumplimiento de las reglas, la máxima de no molestar a los demás como no querrías que te molestaran a ti, todo ese conjunto de preceptos que hoy se baten en retirada frente al porque yo lo valgo, hago lo que me da la gana y a mi nadie me va a decir lo que tengo que hacer, tienen mucho más recorrido del que algunos le quieren dar. Piénsenlo aquellos que lo descuidan la próxima vez en que se vistan con lo primero que encuentren para acudir a un evento que exige cierta etiqueta. O si se ponen a hablar a voz en grito sin importarles si tienen a alguien a su lado. O si la música de sus móviles suena a todo volumen como si estuvieran solos en todo el planeta. Recuerden que en el tenis empezaron así, hasta que un día nos dimos cuenta que aquel deporte elegante había evolucionado a peor y ahora tenemos que sufrir a Kyrgios revolucionados y maleducados.
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