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Tentaciones de San Antonio

HISTORIA, TRADICIÓN ·

Mª ÁNGELES ARAZO

Domingo, 17 de enero 2021, 09:16

Anoche no se encendieron hogueras con troncos de viejos naranjos en numerosos pueblos de tierras valencianas, ni se representaron pasajes de la vida del patrón en la plaza mayor, con versos recordados de generación en generación; no se engalanaron caballos cabalgados por mozos para hacerles saltar fogatas. Tampoco se olía a anís y manteca, dulces ofrecidos cuando las caballerías descansaban, y las vecinas de las aldeas celebraban la madrugada de san Antón; el santo bendito cuya estampa quedó clavada en la cuadra o el corral, para que nunca olvide a los animales, a los que tenía que bendecir hoy.

A san Antón, a quien también hay que agradecerle que prolongue las horas de sol, para ahuyentar tristezas y despertar confianza en los viejos que quedaron solos, rodeados de nieve, hay que rezarle y encenderle velas.

Nuestro anacoreta debió de ser un hermoso joven a quien tentaron las mujeres con tanta insistencia que, para no sucumbir a sus propuestas, se echaba desnudo al zarzal que crecía junto a la cueva y se revolvía hasta sangrar por todo su cuerpo.

Sobre las posibles tretas femeninas y la atracción de un mundo onírico en el que los reptiles acarician, las salamandras besan en los pechos y los peces anidan en las axilas, El Bosco nos legó su magnífica pintura 'Las tentaciones de San Antonio', tan surrealista, tan poética y demoníaca a la vez, que es obligado contemplarla con detenimiento y aceptar las mil sugerencias de una mente con infinita fantasía y total dominio del color y la composición. Símbolos religiosos y apasionadas parejas se mezclan con torturas por los siete pecados capitales.

A El Bosco, el extraordinario pintor flamenco, hemos de agradecer la visión de las locuras carnales que a san Antonio se supuso que le obligaba el Maligno, aunque hoy la psiquiatría y la locura afirman que el ser es capaz de todo lo que desterramos por obsceno. San Antón, hoy, con sus divinas tentaciones.

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