Mis terapias contra el virus

Coronavirus. Día tres. Ayer me levanté un poquito peor. Con 38,3 de fiebre y, como consecuencia, un ligero pero molesto dolor de cabeza. El paracetamol -mi único medicamento de referencia- ha hecho su efecto en unas horas y me ha permitido ver al Valencia CF en la tablet en perfectas condiciones. Los síntomas ni remiten ni aumentan. Estoy ligeramente congestionado en las vías nasales y algo de tos muy de vez en cuando. Nada más. Cuadro estable, que me dicen por aquí.

Nunca habría imaginado que lo peor del día de ayer fue no poder acudir a Mestalla a narrar el partido para la radio como cada domingo hace 20 años. Se me saltaban las lágrimas viendo goles que no estaba narrando yo. Debe ser que estoy blandito de todo lo vivido aquí. Y, claro, me sobra tiempo para pensar. Y eso no acaba de ser muy bueno. Dedico el tiempo a darle vueltas a la cabeza sobre por qué me ha pasado a mí y, sobre todo, en las consecuencias a terceros. Les confieso que lo que peor llevo no está en esta habitación. Me paso el día comunicando con las personas a las que, sin querer, contagié a mi regreso de Milán. Me carcome haberles cambiado el día a día y tengo un enorme sentimiento de responsabilidad. No me importa comerme yo el coronavirus, pero me afecta mucho haber involucrado a más gente. Ya sé que no es culpa mía pero no puedo evitarlo. Ayer me llamó un compañero de profesión (gracias a todos, os estáis portando muy bien conmigo). Estaba en su casa a la espera del resultado de la prueba. Había cenado conmigo en San Siro antes del partido entre las risas y el compadreo que tenemos hace mil años los enviados especiales con el Valencia CF. Se encontraba mal pero no sabía si infectado o no. Quizá por mí, quizá por el que me infectó a mi. Nunca lo sabremos. El caso es que yo estaba muy pendiente de su prueba esperando como agua de mayo que diera negativo. Y bingo. No está infectado. No se pueden imaginar la alegría que supuso para mí que ni él ni su familia tuvieran coronavirus. Fue, junto al gol de Dani Parejo, lo mejor que me pasó ayer.

Mañana más y, espero, mejor.