Terreno rústico con IBI urbano
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Absurdo máximo entre la colección de absurdos cotidianos: el terreno es rústico, pero el correspondiente Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI) es urbano, o sea, que ... va crecido. Casi dos mil euros anuales por una parcela de diez hanegadas con viejos algarrobos, de los que no se obtienen ni 500 euros brutos.
Este caso concreto es del término municipal de Olocau, pero la persona afectada cuenta que no es la única, ni en el pueblo ni en la geografía valenciana; que conforme va extendiendo el comentario de lo que le sucede se encuentra con que muchas otras personas están pilladas en idéntica situación kafkiana: son dueñas de parcelas que, a efectos urbanísticos del municipio correspondiente, están catalogadas como rústicas, pero catastralmente son urbanas, y por tanto les cobran IBI urbano, mucho más elevado. En la comarca, por terrenos similares, con algarrobos o almendros en secano, rústicos a todos los efectos, no se pagan ni cien euros al año. ¿Por qué en este caso se multiplica el IBI por veinte?
La respuesta técnica indica que porque teóricamente vale más, su valor catastral es muy superior, y el impuesto se calcula aplicando un coeficiente sobre el valor catastral. Queda claro, ¿no? Ahora bien, ¿por qué vale más un 'garroferal' que otro? Porque catastralmente es urbano, aclara el oficinista. Entonces, por pura lógica, estaremos hablando de un solar, y se podrá construir una casa, o dos, en lo que es urbano, ¿no es cierto? Pues no, porque el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) tiene grafiado ese terreno como rústico no urbanizable, y por tanto no se puede construir nada.
¿Por qué una cosa que es no urbanizable resulta que es urbana a efectos del IBI pero sigue siendo rústica para todo lo demás? Misterios insondables de la Administración y de la burocracia.
El propietario de la parcela de Olocau está harto de trámites, de recorrer oficinas y de explicar en todas partes lo que nadie entiende ni nadie quiere resolver. ¿Puedo construir?, pregunta. No, le responden. Vale, entonces quiten el IBI urbano. Ah, no se puede, es que el Catastro... Va al Catastro: «es cosa del Ayuntamiento», le explican. Vuelve al punto de partida: «no, es que no lo entiende, su terreno es rústico». La pescadilla que se muerde la cola. Kafka en estado puro. ¿Afán recaudador sin sentido? No, asegura el funcionario. No, ¿qué va? Exasperante.
Para mayor escarnio, en el SigPAC, que es el mapa del Ministerio de Agricultura que cataloga cada palmo de tierra y lo califica por su destino real agrario, figura como FS: frutos secos. Una muestra de un viejo problema que se multiplica por todas partes y ante el que nadie soluciona nada.
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