Urgente Ábalos denuncia ser víctima de una «inquisición general» por parte del Supremo

Siempre me ha costado entender el éxito de los espacios meteorológicos en televisión. Lo que eran unas simples secciones dentro del Telediario fueron ganando terreno hasta convertirse en programas propios con gran audiencia. Los mapas se modernizaron, los platós se ampliaron y la información se ... pormenorizó hasta llegar al punto en que conocemos cuándo caerá granizo en el lugar más recóndito del país. Las cadenas descubrieron un filón y los hombres y mujeres del tiempo se convirtieron en presentadores estrella que invitan a los espectadores a enviar sus fotografías de atardeceres.

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Cuando vivía en Vitoria creía que lo normal era que lloviese cada día. Ese me parecía el estado natural y lo excepcional era que saliese el sol. Como era más fácil que te tocase la lotería que encadenar una semana con buen tiempo yo nunca me preocupaba de mirar en la tele lo que estaba por venir. Luego pasé una temporada en Londres y comprobé que aún podía ser peor. Siempre puede ir a peor, aunque nos cueste creerlo.

Ahora que resido en Valencia me sucede algo similar pero al revés. Lo habitual es que haga calor por lo que no suelo estar vigilante por si llueve en algún momento ocasional. Hasta esta semana. Que ya está bien. Hemos encadenado casi diez días en que amanecemos con nubes y no conseguimos quitárnoslas de encima. Truena y cae agua como si se fuera acabar el mundo y no atisbamos el fin. Quizá esté siendo exagerado, pero la climatología no ayuda al optimismo. Cualquiera me podría decir que debería estar acostumbrado después de haber pasado veinte años en el País Vasco, pero cuando uno conoce que otro tipo de clima es posible y que no es necesario usar el chubasquero como si fuese un uniforme es difícil volver atrás. De vivir con el cielo encapotado también se sale. Doy fe.

De vivir con el cielo encapotado también se sale. Doy fe, aunque cueste creerlo con este mes de marzo

No sé cuánto más va a durar esto. Se está haciendo largo. Y no incentiva el buen humor. Lo de que el clima influye en el estado de ánimo es evidente. No se desenvuelve uno igual si puede hacer vida en la calle a si está condicionado a permanecer en interiores. Hay estudios que han demostrado que el frío baja el ánimo y que los continuos cambios provocan alteraciones en el sistema nervioso y vascular. Lo estamos ratificando en este mes de marzo que no se acaba nunca.

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Mi compañera Carmen Velasco recordaba algunos meteorólogos televisivos que le han marcado, como Paco Montesdeoca o José Antonio Maldonado. Yo, aunque nunca fuese usuario de este tipo de formatos, me acuerdo más de Charo Pascual, que adquirió gran popularidad a finales de los años 90 por el desparpajo con el que narraba los anticiclones que se nos aproximaban. En 1993 decidió apartarse de la pantalla, pese a la fama ganada, para ingresar en un convento en Reino Unido. Está claro que el clima nos saca de nuestros cabales. En algunos casos hasta límites insospechados.

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