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La toma del Palacio... de Pineda

LA GUERRA POR MI CUENTA ·

CARLOS FLORES JUBERÍAS

Miércoles, 10 de febrero 2021, 07:22

A los comunistas de antaño les encantaba eso de asaltar palacios. Si era a punta de bayoneta y con sus moradores dentro, mejor que mejor; pero incluso aunque éstos se hubieran puesto antes a salvo, la fascinación por adentrarse entre sus muros, recorrer sus estancias, y sentarse en sus tronos debió resultarles irresistible.

Y a los de hogaño, parece que también. Ahí tenemos, sin ir más lejos, a la cuota podemita en nuestro Consell apoderándose del histórico Palau de Pineda, en el mismísimo corazón la ciudad de Valencia, para instalar en sus mil doscientos metros cuadrados de superficie útil esa dirección general de la Vivienda reconvertida en Consellería que les tocó en suerte en el reparto de cromos del último Botànic.

Cierto es que no ha habido en esta toma reyes guillotinados, ni zares fusilados, pero no lo es menos que el asalto a sus venerables muros ha estado lejos de ser incruento. Por delante, se ha llevado a una de las más estimables instituciones académicas de nuestra ciudad: la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), que desde 1992 y merced al tesón de directores como Joan Romero, Joaquín Azagra, José Sanmartín, Vicente Bellver o Agustín Domingo Moratalla había venido desplegando desde sus envidiables instalaciones una actividad formativa intensa, diversa, original, de calidad y perfectamente complementaria de la desplegada por las restantes universidades de la ciudad y la Comunidad. Y de la que puedo dar fe tanto en mi condición de alumno como de profesor.

¿Dónde están los bardems y los salvems cuando una Universidad los necesita?

Se me dirá que no es para tanto, toda vez que la Conselleria de Innovación y Universidades, cómplice de la toma, ya está trabajando -«sin prisas», dicen: échense a temblar- en la búsqueda de una nueva sede para la UIMP. Pero aunque así fuera, dos cosas acabarán a buen seguro extraviándose en esta innecesaria mudanza: una, la efectiva articulación del eje sociocultural que los anteriores gobiernos valencianos edificaron en el corazón del Barrio del Carmen, donde con el paso de los años y a pocos metros el uno del otro han acabado ubicándose el Instituto Valenciano de Arte Moderno, el Centre del Carme, el Consell Valencià de Cultura, el Centro Cultural de La Beneficencia, y el Museo del Siglo XIX, y del que va a desaparecer la UIMP. Y otra, la imagen de la izquierda progresista como defensora de la Ciencia y la Cultura: un estereotipo difícilmente compatible con la práctica de desahuciar a profesores y alumnos para instalar en su lugar a políticos y funcionarios. Y que de haber sido perpetrada por un gobierno popular habría a buen seguro sacado de su modorra a todos los bardems y a todos los salvems del uno y otro confín de la meseta.

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