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El informativo televisivo insiste con lo del alza de precios de los alimentos. Los tomates están carísimos, se escandaliza el presentador. Y los pimientos, y ... las berenjenas... A continuación conectan con la corresponsal en Londres, que nos cuenta que apenas hay hortalizas frescas en los supermercados británicos. Consecuencias del Brexit, recuerda, y el cámara muestra los estantes vacíos. Hay escasez de producción local y no llega lo que antes llegaba de fuera. Luego preguntan a un agricultor de Almería, que ratifica el descenso de cosecha por culpa de los altos costes de abonos, energía... y más recientemente por el frío. Las bajas temperaturas han sido el remate: lo que no dañan lo retrasan. El cambio climático, concluye el presentador, y pasan a otra cosa.
Una gran mayoría de la población actual desconoce que tener tomates en pleno invierno es un lujo muy raro que hace medio siglo era imposible y ahora lo consideramos plenamente normal gracias a los invernaderos, que en otro orden de las inquietudes urbanitas crecientes son estructuras que muchos cuestionan. Queremos tomates y pimientos todo el año, pero ignoramos que para eso hacen falta invernaderos, cuando ni así es siempre seguro, y a la vez vemos poco convenientes esos terrenos cubiertos de plástico.
Hace unos años, en invierno tuvimos mucha producción de tomates, pimientos, pepinos, calabacines, lechugas... y los precios cayeron. La causa fue que predominaron temperaturas muy benignas, nada invernales, lo que propició mayores cosechas de lo esperado y encima casi todo al mismo tiempo. Cambio climático, clamaron los habituales. Da igual si es por esto o lo contrario; ahora por el frío, entonces porque faltó frío: la deducción es la misma.
Décadas atrás, si querías tomates en invierno había dos opciones: los de colgar, que aún se cultivan por ejemplo en zonas de Castellón, y en conserva, por lo cual en muchas casas de pueblo funcionaban en septiembre pequeños obradores que elaboraban conserva familiar con los tomates de final de temporada. Luego decayó esto porque los invernaderos proveen de tomate fresco en invierno. Salvo cuando el frío aprieta y cae la oferta. Cuanto más al norte, más fallo, porque hace más frío; sus invernaderos necesitan calefacción y el combustible está caro.
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