El toreo, ejemplar

No es nuevo, pero como vuelven a la carga, nosotros también. Los políticos del pensamiento único, esto es los que se presentan como Unidas Podemos, son inasequibles al desaliento para imponer, a través de su dictadura bolivariana -¿o son demócratas de toda la vida?-, su santa y única voluntad, que en el caso que nos ocupa, la Tauromaquia, es prohibirla. Su último intento ha sido tratar de incluir, mediante el registro de una enmienda a la Ley Orgánica de Protección de la Infancia, como «infracciones muy graves», la presencia de menores de dieciocho años en las plazas de toros o en las escuelas de tauromaquia. Saben dónde hacer daño.

Ante comportamiento tan sibilino, el mundo del toro, los que no se han quedado en la madriguera del conformismo, quienes se han expuesto a las adversidades de la economía impuesta por el Covid-19, están ofreciendo una respuesta ejemplar que hay que pregonar a los cuatro vientos con voz clara y alta. Las plazas de Córdoba y Jaén, han sido los últimos ejemplos para enseñorearse de pertenecer a uno de los colectivos donde el respeto por las reglas establecidas, el orden y el rigor, es su gran bandera.

Y por si esos valores no tuvieran ya de por sí solos el peso suficiente para defender lo que es una tradición convertida en arte, ahí están los actores que los provocan escribiendo nuevas y bellas páginas para incluirlas en la tauromaquia eterna. La nómina de destacados en las dos plazas andaluzas es amplia, de toros y coletudos. En Córdoba, fue Morante quien con un toro nada fácil de Jandilla, se reivindicaba como torero excelso.

Mi querido Jaén, celebró su San Lucas homenajeando a Enrique Ponce por sus tres décadas de glorioso espada, y celebrando su feria a lo grande. Toros con trapío, de buen juego, con mención especial a un ejemplar de Del Río, y un lote de Cuvillo, que hicieron que el joven Juan Ortega, y los sazonados Luque y De Justo, ilusionaran sobremanera. Y todo con mucha torería y educación. El ministro Uribes debería tomar nota.